martes, 4 de septiembre de 2012

Terapia constructivista individual y familiar


Terapia constructivista individual y familiar

La Terapia constructivista individual y familiar es un método eficaz y positivo de favorecer el cambio y la mejoría, aprovechando las capacidades de las personas para afrontar sus dificultades o malestares.
La terapia constructivista es fruto de la investigación de los últimos 30 años en los procesos de cambio humano: recoge lo mejor y más eficaz de las diferentes tendencias clásicas de la terapia (psicoanálisis, Gestalt, psicodrama, terapia cognitiva, terapia familiar sistémica…) para combinarlo en un método eficiente, positivo y esperanzador de promover el cambio y la satisfacción vital.

¿En qué se diferencia la terapia constructivista del resto de terapias?

Terapias “clásicas”

  • Centrada en el déficit: la terapia se basa en detectar y tratar de compensar los déficits personales. Se profundiza en los problemas de las personas, no en las soluciones; en sus faltas, no sus aciertos.
  • Centrada en el pasado: se supone que para resolver los problemas actuales de las personas es imprescindible descubrir sus raíces en el pasado lejano. Buena parte de la terapia consiste en una excursión al ayer para encontrar traumas no resueltos o “fantasmas” sin exorcizar.
  • De duración larga o indefinida: naturalmente, esta “excursión” toma tiempo. No es raro que la terapia dure uno o dos años, ni tampoco que se prolongue indefinidamente, con el costo monetario y psíquico que eso supone.
  • No menos de una o dos sesiones semanales: asimismo, se asume que la terapia debe ser intensiva, sin hacer caso de los distintos ritmos, capacidades e intereses de las personas.
  • Basada en hablar: como dicen muchas personas, “solamente nos pasamos hablando”. La terapia consiste ante todo en charlar; se asume que los cambios en las vidas de las personas se darán por añadidura.
  • Pasiva: La terapia es un proceso ejecutado por un artífice, el terapeuta, sobre un receptor pasivo, el “paciente”.
  • El terapeuta al mando: por todo esto, es el terapeuta quien controla el proceso. Es el capitán del buque de la vida de las personas.

Terapia constructivista

  • Centrada en recursos: la terapia se basa en detectar y aprovechar las competencias de las personas. No se ignoran sus dificultades: se las ve como parte de un contexto más amplio, formado por la capacidad de la persona de hacerles frente a su manera. El que haya conseguido llegar hasta el día de hoy pese al dolor y la confusión es una clara muestra de que es competente. El reto es descubrir en qué y cómo sacarle partido.
  • Centrada en el presente y el futuro: Aunque el camino al cambio pueda hacer escala en el pasado, la terapia constructivista hace énfasis en construir un futuro más atractivo y saludable desde el presente. Muy a menudo, los problemas de las personas nacen de un solo traspié repetido hasta la saciedad, no de un trauma olvidado o un pasado que vuelve por sus fueros. Por tanto, no es imprescindible ventilarlo para alcanzar una mejoría.
  • De duración más breve y definida: el terapeuta constructivista se esmera en plantear objetivos claros y períodos definidos para alcanzarlos y en evaluar su trabajo periódicamente para asegurarse de que está empleando las técnicas adecuadas. Aunque ciertos procesos puedan requerir más tiempo, en general es posible hacer avances significativos en el término de diez a dieciséis encuentros.
  • Las personas marcan el ritmo: el terapeuta adapta el intervalo entre los encuentros en función de los objetivos, la magnitud del malestar y los deseos y posibilidades de las personas. Asimismo, a medida que se van logrando las metas, se puede ir ampliando el intervalo para fortalecer el cambio y facilitar la adaptación a la nueva forma de vida.
  • Variedad de técnicas para alcanzar el objetivo: sin duda, la conversación es la herramienta fundamental del terapeuta. Pero la investigación ha demostrado que el uso de una gran variedad de técnicas acelera el cambio y lo hace menos molesto e inquietante. La teoría constructivista permite integrar diversas técnicas provenientes de otras orientaciones con el fin de facilitar el cambio con la mayor eficacia posible; así, cada terapeuta desarrolla su propio estilo en función de las influencias que ha recibido y sus características personales.
  • Activa: Estas técnicas suponen de la participación y el compromiso de las personas. Ellas son las protagonistas de su historia; el terapeuta es, a lo sumo, un asistente de guión o producción.
  • El paciente al mando: Si la vida del cliente es equiparada con una nave o barco,el cliente viene a ser el capitán, el terapeuta el timonel. El capitán es quien decide adonde hay que conducir la nave; es él quien marca los objetivos finales dependiendo de cuáles sean sus dificultades, sus deseos o sus intereses. El timonel, por su parte, se encarga de encontrar el camino más directo y rápido para llegar esos objetivos. En ocasiones puede sugerir al capitán hacer una escala en alguna parte; pero siempre es el capitán quien tiene la última palabra.
En otras palabras, es la persona quien decide cuáles son los cambios que quiere conseguir en su vida, qué aspectos de su vida actual quiere corregir o mejorar; el terapeuta se encarga de encontrar (en acuerdo con la persona) la forma más eficaz, agradable y practicable de alcanzarlos.

¿Cuáles son los resultados de la terapia constructivista?

La terapia constructivista procura adaptar las técnicas y recursos empleados a la experiencia de vida, características y personalidad de los consultantes. Por consiguiente, tiende a generar cambios más duraderos, rápidos y profundos que otras terapias sin necesidad de invertir tanto esfuerzo, tiempo o dinero.
Asimismo, el constructivista no se contenta con aliviar los problemas o padecimientos de las personas; antes bien, intenta conseguir que la persona alcance una mayor satisfacción y felicidad con su vida. Aunque al principio de un proceso pueda resultar necesario marcar como objetivos reducir la intensidad o frecuencia de las dificultades o padecimientos, más adelante (y siempre que la persona esté de acuerdo) conviene establecer objetivos positivos y que tengan valor por sí mismos.

¿Cómo funciona la terapia constructivista?

El proceso de la terapia constructivista
  • El primer paso es acordar de una a cuatro reuniones de evaluación. En ellas se definen las dificultades a tratar, los recursos y técnicas que se emplearán para ello y la duración tentativa del proceso.
    • Como parte de la evaluación se pueden utilizar cuestionarios y tests que ayuden a precisar mejor las metas y los recursos. Estos tests se completan en línea, en una sección a la que solamente se puede acceder mediante una contraseña segura y distinta para cada persona.
  • La duración del proceso depende de los resultados de la evaluación y del alcance de los objetivos. En general, puede variar desde una o dos sesiones a diez o veinte.
    • En ocasiones se establece de antemano un número de encuentros (alrededor de 15); esto favorece el cambio acelerado a través de técnicas de terapia breve constructivista. En otros casos, el número de sesiones varía en función del cumplimiento de los objetivos y la satisfacción del consultante.
  • Se practican evaluaciones periódicas (incluso mediante tests) para cerciorarse de seguir el camino más adecuado y corregir el rumbo si es necesario, utilizando diferentes técnicas o modificando los objetivos junto con los consultantes.
  • Se facilita la terminación de la terapia a través de varias técnicas que aseguran la continuidad y solidez de los cambios. Son las personas, y no el terapeuta, quienes deciden cuándo poner punto final al proceso.

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