domingo, 2 de septiembre de 2012

La Ética por Fernando Savater

DE QUÉ VA LA ÉTICA
(Tomado de ÉTICA PARA AMADOR, Capítulo Primero.
Barcelona: Editorial Ariel, S.A., 35ta ed., 2000, págs. 19-32,)
Idea #1
Los seres humanos estudian por tres propósitos principales: por interés, para utilizar algo, para ganarse la vida.
Hay ciencias que se estudian por simple inte­rés de saber cosas nuevas; otras, para aprender una destreza que permita hacer o utilizar algo; la mayoría, para obtener un puesto de trabajo y ga­narse con él la vida. Si no sentimos curiosidad ni necesidad de realizar tales estudios, podemos prescindir tranquilamente de ellos. Abundan los conocimientos muy interesantes pero sin los cuales uno se las arregla bastante bien para vivir: yo, por ejemplo, lamento no tener ni idea de as­trofísica ni de ebanistería, que a otros les darán tantas satisfacciones, aunque tal ignorancia no me ha impedido ir tirando hasta la fecha. Y tú, si no me equivoco, conoces las reglas del fútbol pero estás bastante pez en béisbol. No tiene ma­yor importancia, disfrutas con los mundiales, pasas olímpicamente de la liga americana y to­dos tan contentos.





Idea #2
Hay conocimientos esenciales para poder vivir.
Lo que quiero decir es que ciertas cosas uno puede aprenderlas o no, a voluntad. Como nadie es capaz de saberlo todo, no hay más remedio que elegir y aceptar con humildad lo mucho que ignoramos. Se puede vivir sin saber astrofísica, ni ebanistería, ni fútbol, incluso sin saber leer ni escribir: se vive peor, si quieres, pero se vive. Ahora bien, otras cosas hay que saberlas porque en ello, como suele decirse, nos va la vida. Es preciso estar enterado, por ejemplo, de que sal­tar desde el balcón de un sexto piso no es cosa buena para la salud; o de que una dieta de clavos (¡con perdón de los fakires!) y ácido prúsico no permite llegar a viejo. Tampoco es aconsejable ignorar que si uno cada vez que se cruza con el vecino le atiza un mamporro las consecuen­cias serán antes o después muy desagradables. Pequeñeces así son importantes. Se puede vivir de muchos modos pero hay modos que no dejan vivir.
Idea #3
El conocimiento más importante es saber qué nos conviene y que no nos conviene.
  • Lo que nos conviene se llama bueno; lo que no nos conviene lo llamamos malo.
En una palabra, entre todos los saberes posi­bles existe al menos uno imprescindible: el de á que ciertas cosas nos convienen y otras no. No nos convienen ciertos alimentos ni nos convie­nen ciertos comportamientos ni ciertas acti­tudes. Me refiero, claro está, a que no nos con­vienen si queremos seguir viviendo. Si lo que uno quiere es reventar cuanto antes, beber lejía puede ser muy adecuado o también procurar ro­dearse del mayor número de enemigos posibles. Pero de momento vamos a suponer que lo que preferimos es vivir: los respetables gustos del suicida los dejaremos por ahora de lado. De modo que ciertas cosas nos convienen y a lo que nos conviene solemos llamarlo «bueno» porque nos sienta bien; otras, en cambio, nos sientan pero que muy mal y a todo eso lo llamamos «malo». Saber lo que nos conviene, es decir: dis­tinguir entre lo bueno y lo malo, es un conoci­miento que todos intentamos adquirir -todos sin excepción- por la cuenta que nos trae.
























Idea #4
No es tan fácil distinguir siempre lo que nos conviene de lo que no nos conviene, es decir, lo bueno de lo malo.
Como he señalado antes, hay cosas buenas y malas para la salud: es necesario saber lo que de­bemos comer, o que el fuego a veces calienta y otras quema, así como el agua puede quitar la sed pero también ahogarnos. Sin embargo, a ve­ces las cosas no son tan sencillas: ciertas drogas, por ejemplo, aumentan nuestro brío o producen sensaciones agradables, pero su abuso conti­nuado puede ser nocivo. En unos aspectos son buenas, pero en otros malas: nos convienen y a la vez no nos convienen. En el terreno de las re­laciones humanas, estas ambigüedades se dan con aún mayor frecuencia. La mentira es algo en general malo, porque destruye la confianza en la palabra -y todos necesitamos hablar para vivir en sociedad- y enemista a las personas; pero a veces parece que puede ser útil o beneficioso mentir para obtener alguna ventajilla. O incluso para hacerle un favor a alguien. Por ejemplo: ¿es mejor decirle al enfermo de cáncer incurable la verdad sobre su estado o se le debe engañar para que pase sin angustia sus últimas horas? La mentira no nos conviene, es mala, pero a veces parece resultar buena. Buscar gresca con los de­más ya hemos dicho que es por lo común incon­veniente, pero ¿debemos consentir que violen delante de nosotros a una chica sin intervenir, por aquello de no meternos en líos? Por otra parte, al que siempre dice la verdad -caiga quien caiga- suele cogerle manía todo el mun­do; y quien interviene en plan Indiana Jones para salvar a la chica agredida es más probable que se vea con la crisma rota que quien se va sil­bando a su casa. Lo malo parece a veces resultar más o menos bueno y lo bueno tiene en ocasio­nes apariencias de malo. Vaya jaleo.

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