A Martin Seligman le gusta jugar al bridge. Durante una de sus partidas, y traicionado por la deformación profesional, el ex presidente de la American Psychologist Asociationy fundador de la denominada psicología positiva, se comenzó a cuestionar por qué muchos de sus ‘colegas’ seguían practicándolo cuando era obvio que no disfrutaban del juego.
“Nunca sonreían, ni siquiera cuando ganaban. No jugaban ni para hacer dinero ni para hacer amigos. No disfrutaban cuando tenían una buena mano. Y no tenían inconvenientes en hacer trampas”, explica Seligman en The New York Times.
Lo único que les motivaba era ganar. Ganar por ganar. Una especie de deseo de autorrealización. En opinión de Seligman ese deseo contribuye a lograr lo que los griegos denominaban eudonomia y que podría traducirse al lenguaje actual como ‘plenitud de ser’ o bienestar. En definitiva, la felicidad.
De hecho, la ‘a’ de autorrealización (bueno, en realidad, la de su homónimo en inglés ‘accomplishment’), es una de las letras de PERMA, ácrónimo inventado por el propio Seligman para designar los cinco elementos imprescindibles para lograr el bienestar personal y que serían, por este orden, las emociones positivas (Positive emotions), la sensación de compromiso con lo que se está haciendo (Engagement), las relaciones (Relationships), tener conciencia del significado o sentido de la vida (Meaning) y la citada autorrealización.
“La felicidad no está solo en nuestras cabezas. Es una combinación de todos estos elementos”, asegura Seligman.
Por eso, y aunque es partidario de iniciativas como la anunciada por el gobierno de Cameron de tratar de evaluar el grado de bienestar general de la sociedad británica, Seligman advierte sobre el posible sesgo de estas encuestas: “Las respuestas de la gente tendrán más que ver con el estado de ánimo en el que se encuentren en el momento de realizar la encuesta que con la valoración que hagan de sus vidas en general”.
En definitiva, lo que Seligman viene a decir en su último libro, Flourish, es que la felicidad engloba mucho más que emociones positivas. “Si nuestra especie se hubiera limitado a buscar este tipo de emociones, hubieramos desaparecido hace mucho tiempo”, asegura.
Y, de hecho, el ejemplo más evidente es el de los niños. “Si sólo buscásemos buenos momentos, probablemente no tendríamos descendencia. Los hijos proporcionan, además de buenos momentos, otras cosas como sentido en nuestras vidas y nuevas relaciones”.
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