También Javier Salinas llama la atención sobre el hecho de que la correlación educación-felicidad no es automática y no siempre funciona. “La educación amplía el conjunto de bienes que puede disfrutar un individuo, así que a mayor nivel educativo, mayor capacidad para apreciar los bienes y actividades creativas y de estímulo y mayor nivel de bienestar; pero el nivel de educación ha crecido de forma continua desde la Segunda Guerra Mundial y no por ello los individuos perciben mayores niveles de bienestar subjetivo”, comenta. La explicación, a su juicio, es que un nivel educativo más alto puede proporcionar mayores oportunidades pero también puede aumentar las aspiraciones de la persona y ser una fuente de insatisfacción. “Si por tener una educación superior tienes más aspiraciones respecto a tu estatus, tu trabajo o tus relaciones y estas no se cumplen, te sentirás insatisfecho; por tanto, la felicidad que te pueda facilitar la educación dependerá mucho de las aspiraciones que te formes respecto al rendimiento que te va a proporcionar tu formación”, indica Salinas.
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