Descifrar la depresión
Texto de Marta Ricart
Ilustraciones de Meritxell Duran
Es una de las enfermedades más extendidas en el mundo, muy invalidante, y aun así, muchas veces mal diagnosticada y tratada sin éxito. Esto podría cambiar pronto, porque se van conociendo sus mecanismos cerebrales, lo que permite buscar nuevas terapias para atacarla. Aunque los especialistas reconocen que les faltan todavía claves de la dolencia, como su base genética
“Es un tratamiento muy prometedor para pacientes con depresión para quienes no se veía remedio, yo creo que es el avance más importante al menos en los últimos diez años en depresión, porque revoluciona la forma en que se ha tratado hasta ahora. Consiste en ir al circuito cerebral y modularlo. Todo un concepto nuevo ver la depresión como circuitos cerebrales que no funcionan”, declara Lozano.
Hasta ahora, las principales armas contra la depresión son la psicoterapia (cognitiva-conductual, interpersonal... que aborda aspectos que pudieron desencadenar la depresión y síntomas) y los fármacos, por separado o combinados, y ni lo uno ni lo otro ha cambiado en esencia durante décadas, coinciden los especialistas consultados. En los últimos años se ha dado importancia a una dieta saludable y al ejercicio físico, aunque sobre este aspecto, por ejemplo, hay discrepancias y estudios que niegan que aporte un beneficio específico.
Los antidepresivos –el primero data de 1957– corrigen la alteración de los receptores cerebrales de los neurotransmisores –los que conectan las neuronas para sus funciones–. De los iniciales tricíclicos se pasó desde 1980 (con el Prozac como enseña) a los más usados hoy, los inhibidores selectivos de recaptación de serotonina, de noradrenalina y, en los más recientes, también de dopamina. Con los años, se han reducido sus efectos adversos y secundarios, y psicólogos y psiquiatras subrayan que son eficaces, aunque no funcionan en un 30% de los pacientes tratados y debe buscarse la mejoría sustituyendo y combinando fármacos. Las últimas aportaciones e investigaciones en medicamentos inciden sobre otros reguladores cerebrales como el glutamato y la melatonina (relacionada también con los ritmos circadianos, el sueño).
Las nuevas técnicas de imagen, al ayudar a conocer más el cerebro y el organismo, también han permitido ensayar otras terapias como la estimulación magnética transcraneal y la del nervio vago (en el cuello), con resultados más heterogéneos que la estimulación cerebral profunda.
De la misma manera, se avanza en aspectos metabólicos que podrían ayudar, sobre todo, en el diagnóstico. Se ha constatado en enfermos de depresión que hay una alteración en los flujos de sangre en el cerebro; se han visto alteraciones en el sistema inflamatorio, un elevado nivel de citoquinas, lo que explicaría, creen los médicos, el peor pronóstico que tienen las personas con depresión al padecer enfermedad coronaria. Se multiplican los caminos para intentar vencer una patología que, muchas veces, se toma como símbolo de una sociedad enferma.
Hasta ahora, las principales armas contra la depresión son la psicoterapia (cognitiva-conductual, interpersonal... que aborda aspectos que pudieron desencadenar la depresión y síntomas) y los fármacos, por separado o combinados, y ni lo uno ni lo otro ha cambiado en esencia durante décadas, coinciden los especialistas consultados. En los últimos años se ha dado importancia a una dieta saludable y al ejercicio físico, aunque sobre este aspecto, por ejemplo, hay discrepancias y estudios que niegan que aporte un beneficio específico.
Los antidepresivos –el primero data de 1957– corrigen la alteración de los receptores cerebrales de los neurotransmisores –los que conectan las neuronas para sus funciones–. De los iniciales tricíclicos se pasó desde 1980 (con el Prozac como enseña) a los más usados hoy, los inhibidores selectivos de recaptación de serotonina, de noradrenalina y, en los más recientes, también de dopamina. Con los años, se han reducido sus efectos adversos y secundarios, y psicólogos y psiquiatras subrayan que son eficaces, aunque no funcionan en un 30% de los pacientes tratados y debe buscarse la mejoría sustituyendo y combinando fármacos. Las últimas aportaciones e investigaciones en medicamentos inciden sobre otros reguladores cerebrales como el glutamato y la melatonina (relacionada también con los ritmos circadianos, el sueño).
Las nuevas técnicas de imagen, al ayudar a conocer más el cerebro y el organismo, también han permitido ensayar otras terapias como la estimulación magnética transcraneal y la del nervio vago (en el cuello), con resultados más heterogéneos que la estimulación cerebral profunda.
De la misma manera, se avanza en aspectos metabólicos que podrían ayudar, sobre todo, en el diagnóstico. Se ha constatado en enfermos de depresión que hay una alteración en los flujos de sangre en el cerebro; se han visto alteraciones en el sistema inflamatorio, un elevado nivel de citoquinas, lo que explicaría, creen los médicos, el peor pronóstico que tienen las personas con depresión al padecer enfermedad coronaria. Se multiplican los caminos para intentar vencer una patología que, muchas veces, se toma como símbolo de una sociedad enferma.
Más enfermos de crisisLa crisis económica y sus problemas derivados se dejan notar en un aumento de pacientes en las consultas de salud mental. La prensa estadounidense y la Asociación Americana de Psiquiatría se hacían eco en agosto del aumento de los “suicidios económicos” en los países europeos y de un mayor consumo de antidepresivos y de sustancias tóxicas. En España, Jerónimo Saiz confirma que en el hospital Ramón y Cajal ha crecido el número de pacientes con síntomas de depresión y ansiedad –“el desempleo es lo más lacerante”, afirma– y por consumo abusivo de alcohol y drogas ilegales. En psiquiatría del Sant Pau no han aumentado mucho los casos graves, aunque sí las urgencias. Enric Aragonés, médico del grupo de salud mental de la Sociedad Española de Medicina Familiar (Semfyc), señala que es en las consultas de atención primaria donde más refieren los pacientes su malestar derivado de la crisis (en los últimos años ya había un flujo creciente de visitas). A veces no son cuadros completos de depresión o ansiedad, pero sí síntomas.
El Observatori de Salut Mental de Catalunya (Osamcat) y varias entidades de atención de salud mental elaboran un estudio en Barcelona y otras ciudades sobre el impacto de la crisis. Aún están en fase de recogida y análisis de datos, pero corroboran el aumento de consultas por síntomas de depresión, angustia, por apatía, desesperanza, la sensación de pérdida del control de la vida...
Uno de los síntomas que más han crecido es el de ideas suicidas. Y un dato curioso es que hay una mayoría de varones, pese a que la depresión tiene mayor prevalencia entre las mujeres.
Cuando los pacientes son jóvenes, suelen comentar su malestar por la falta de expectativas –algo parecido dicen también los que se quedan en el paro con 50 años–, y cuando son adultos, la mayoría sufre porque se ha quedado en el paro o no encuentra un empleo. Se dan, además, consultas de jubilados angustiados porque ahora deben mantener a sus hijos con sus familias o de hijos que vuelven con sus padres y se les hace muy difícil la convivencia.
El Observatori de Salut Mental de Catalunya (Osamcat) y varias entidades de atención de salud mental elaboran un estudio en Barcelona y otras ciudades sobre el impacto de la crisis. Aún están en fase de recogida y análisis de datos, pero corroboran el aumento de consultas por síntomas de depresión, angustia, por apatía, desesperanza, la sensación de pérdida del control de la vida...
Uno de los síntomas que más han crecido es el de ideas suicidas. Y un dato curioso es que hay una mayoría de varones, pese a que la depresión tiene mayor prevalencia entre las mujeres.
Cuando los pacientes son jóvenes, suelen comentar su malestar por la falta de expectativas –algo parecido dicen también los que se quedan en el paro con 50 años–, y cuando son adultos, la mayoría sufre porque se ha quedado en el paro o no encuentra un empleo. Se dan, además, consultas de jubilados angustiados porque ahora deben mantener a sus hijos con sus familias o de hijos que vuelven con sus padres y se les hace muy difícil la convivencia.
Fuente inagotable de debatesSeguramente influye su carácter global –la depresión se da en todos los países ricos y pobres, en India, por ejemplo, más que en Francia o Estados Unidos–, pero en el diagnóstico y el tratamiento de la depresión “se peca tanto por exceso como por defecto”, admite Víctor Pérez. Hay muchos casos sin diagnosticar y, por otro lado, se banaliza y aumenta la medicación, más accesible que la psicoterapia (en EE.UU., el 11% de los mayores de 12 años toma antidepresivos). La controversia de si se tratan como depresión episodios que no lo necesitarían, de desánimo o tristeza, se alarga hace años y no parece que vaya a resolverse. La alimenta ahora la actualización del manual de diagnóstico de las enfermedades mentales (el DSM), que excluye de los criterios de diagnóstico de depresión el duelo (por la pérdida de la pareja, un familiar), lo que se quiere cambiar en la versión del 2013. Hay psiquiatras y psicólogos que sostienen que esta aflicción no necesita medicación, sino tiempo. Se habla de dos meses para ver si la tristeza deviene depresión; antes, de un año.
Otros especialistas advierten que esa aflicción acaba muchas veces en depresión y entonces cuesta más curarla. Si se sufre un episodio de depresión, hay un 50% de posibilidades de que se repita; si se da de nuevo, hay un 90% de posibilidades de recaer más veces. “Es difícil en muchos casos decir ‘hasta aquí es una reacción natural, a partir de aquí patológica’”, dice el médico de atención primaria Enric Aragonés. “La clave es valorar cómo invalida la vida cotidiana del paciente”, opina Pérez.
Otros especialistas advierten que esa aflicción acaba muchas veces en depresión y entonces cuesta más curarla. Si se sufre un episodio de depresión, hay un 50% de posibilidades de que se repita; si se da de nuevo, hay un 90% de posibilidades de recaer más veces. “Es difícil en muchos casos decir ‘hasta aquí es una reacción natural, a partir de aquí patológica’”, dice el médico de atención primaria Enric Aragonés. “La clave es valorar cómo invalida la vida cotidiana del paciente”, opina Pérez.
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