“ALQUIMIA EMOCIONAL” (Tara
Bennett Goleman);
LOS PODERES DE LA ATENCIÓN COSCIENTE
La atención cosciente nos ayuda a identificar los patrones emocionales escondidos y traerlos a la luz de la conciencia de manera que podamos liberarnos de su yugo.
Cuando descubrimos lo que verdaderamente nos hace infelices, aunque tengamos cierta empatía con nuestras ideas distorsionadas, no debemos actuar de acuerdo con las mismas y aplicar la ecuanimidad cosciente. Reconociendo que las cosas son como son, aunque deseemos que fueran de otra manera.
La ecuanimidad puede ser usada para ayudar a tener tranquilidad mental ante emociones turbulentas como la ansiedad, la preocupación, el miedo, la frustración y la cólera.
Un impulso del momento, un exceso emocional, un capricho pasajero pueden, por repetición, convertirse en un hábito difícil de desarraigar, en un deseo incontrolable y, finalmente, en una función automática.
El hábito se forma por la repetición gratificante de un deseo; así, el condicionamiento habitual puede transformarse en compulsión.
Algunos hábitos son en realidad atajos de la mente que nos permite por medio de los esquemas ponerlos en práctica sin tener que prestar atención cuando los ponemos en práctica, pero hay algunos esquemas emocionales que nos hacen repetir las mismas cosas a pesar de que los resultados sean dolorosos.
Hay un aforismo zen que dice: para su amante, una mujer bella es un placer, para el monje, una distracción y para el mosquito, una buena comida.
Así lo que parecen las cosas depende de los lentes o filtros a través de los cuales vemos.
Algunos de esos filtros son temporales, pero otros pueden durar toda la vida y crearnos un sentimiento duradero de nuestra realidad.
El fracaso puede disparar la sensación de vergüenza. La vulnerabilidad desata un torrente de miedos. La dominación resentimiento y furia.
Por lo que se sabe del cerebro, parece que cuanto más molestos estamos antes de que se dispare antes de que se dispare el esquema, es tanto más probable que el ataque de esquema siguiente sea inadecuado: La reacción equivocada con la persona
equivocada en el momento equivocado.
La atención cosciente disminuye la velocidad de lamente para posibilitar que podamos ver más claramente lo que sucede y, por tanto, tener más opciones para no precipitarnos a ofrecer una respuesta automática. La conciencia atenta es como un paracaídas que disminuye la velocidad de los casos. Y en lugar de ser arrastrados por una emoción y, en consecuencia, reaccionar automáticamente, tenemos una opción: con nuestra respuesta podemos ser creativos; una vez que miramos detrás de la cortina, como en los trucos de magia nuestros miedos se encogen y toman proporciones manejables e incluso pueden desaparecer.
La agitación y el miedo causados por nuestros esquemas y el impulso habituar a resistirnos al sufrimiento, se origina en nuestra pérdida de contacto con el estanque cosciente de la sensatez. Pero si aplicamos una reflexión sensata, contaríamos con un medio de ayuda para entender la experiencia bajo una nueva luz.
Vivir la vida con ecuanimidad es un alivio y responder con una andanada de críticas hirientes, una desgracia para las dos partes.
Por lo general cuando somos arrastrados por una emoción, los sentimientos nos llevan a actual sin que pensemos en lo que estamos por hacer; nos limitamos a reaccionar. Y convendría establecer distinciones entre los pensamientos, los sentimientos y el impulso de actuar.
Debemos estar atentos porque puede suceder que creamos que los demás nos privan de algo intencionadamente, o sentir que debieran leernos la mente y saber lo que necesitamos sin que nosotros lo hayamos expresado o dado muestras de ello. Y quizá en vez de suponer airadamente que nuestras necesidades son ignoradas, convendría decir a los más íntimos lo que necesitamos de ellos. Pero eso sí, teniendo cuidado de elegir el momento libre de emociones y utilizando palabras exentas de rencor.
También hemos de estar dispuestos a asumir que no siempre vamos a ser entendidos y correspondidos. Y, en algunos casos quizá llegue el momento de plantearse la disminución del tiempo y la densidad de nuestra relación con ciertos amigos y
compañeros.
Si ponemos el reflector de la conciencia sobre nuestras emociones fuertes podremos advertir que esas reacciones, posiblemente son inadecuadas, o al menos exageradas.
También es cierto que nos puede venir un peligro real, pero una vez que se ha hecho cuanto se puede por evitarlo o minimizarlo y prepararse, hay que relajarse y ver que pasa realmente. Como recuerda el dicho, se trata cambiar las cosas que se pueden cambiar y aceptar aquellas que no.
Una de las principales estrategias consiste en cultivar un estado mental que se oponga a las emociones conflictivas.
Información y opinión: La Alquimia Emocional toma como base la filosofía y sabiduría budista, pero la enseñanza y sabiduría cristiana nos recuerda que contra los vicios hay virtudes como:
Contra soberbia Humildad, contra avaricia largueza, contra lujuria castidad, contra ira paciencia, contra gula templanza,
contra envidia caridad y contra pereza diligencia.
El budismo mide el grado de bienestar según el grado en que la mente es o no dominada por las emociones conflictivas.
Cultivar la atención cosciente ha sido la principal herramienta para alterar ese equilibrio de estados mentales saludables o perjudiciales.
Los hábitos adquiridos son acciones y cosas que realizamos automáticamente una y otra vez sin necesidad de pensar: antes, durante ni después de realizarlas, pero si sabemos descubrir los hábitos perjudiciales o nocivos con la atención cosciente podemos cambiarlos y, ello será más fácil, cuanto más fortalecida tengamos nuestra voluntad para decir sí o decir no cuando sea necesario.
Quien no quiere lealtad o cariño de alguien? Si piensa que la otra persona va a negarle la felicidad y el cariño quizá responda sintiéndose rechazado, enfureciéndose, poniéndose nervioso y culpándose a sí mismo.
La ruptura con los hábitos perjudiciales adquiridos requiere un esfuerzo intencional; la nueva reacción tiene que ser ensayada y practicada una y otra vez, para tener éxito cuando se necesite, es decir cuando el esquema del hábito se dispara.
La empatía puede ser un mensaje tierno que nos damos unos a otros cada vez que prestamos al otro toda nuestra atención. Esa misma atención consoladora es un don que también nos brindamos a nosotros mismos cuando estamos retorciéndonos
en la incomodidad de nuestros esquemas.
Hay veces que nos invade una profunda tristeza con tendencia a querer estar solos y, a veces a meternos en la cama a pleno sol. Puede que los que nos rodean el por qué de nuestro comportamiento y se sientan molestos por nuestra actitud. Es
normal ya que no saben los motivos por los que estamos así y pueden llegar a creer que estamos molestos o enfadados con ellos. Cómo lo van a saber, si nosotros tampoco sabemos porqué tenemos esa tristeza que nos impele al aislamiento y sufrimiento? Hay dos métodos que resultan útiles para enfocar esas situaciones: uno es la reflexión sensata, que consiste en alternar periodos de reflexión sobre el episodio emocional, dejándolo caer en el espacio calmo y cloro de la atención cosciente para permitir que emerjan las percepciones.
El otro es la conciencia sostenida, que lleva la ecuanimidad de la atención cosciente al episodio mismo mientras éste dura, o al dilatado periodo durante el cual el esquema sigue cebándose, volviéndonos así menos reactivos y más capaces de investigar nuestros pensamientos y sentimientos con mayor claridad.
Un chico recordaba siempre las miradas de desdén y disgusto que le lanzaban sus padres cuando él hacía algo que les desagradaba y lo miserable que se había sentido es esas ocasiones.
Información y opinión: Hay que tener cuidado con los gestos y palabras de desaprobación hacia comportamientos que nos parezcan incomprensibles o extraños y, para ello, lo mejor es evitar la reacción inmediata “causa efecto” porque en ese momento la corrección será exigente y carente de la necesaria delicadeza y cariño. Guárdese para después, en calma, porque de esa manera aunque no se consiga lo deseado, al menos no se hará daño a la persona que, casi siempre, pensará que no se le entiende y en el fondo que no se le quiere lo suficiente. O quizá que se es más tolerante con los demás. (De la cosecha propia).
Dado que los esquemas nos protegen de vivir emociones subyacentes más profundas que nos parecen intensamente perturbadoras, alcanzar las capas de sentimientos existentes detrás de un esquema es como pelar una cebolla.
El regateo neurótico: Al ocupar la mente con pensamientos preocupantes y con angustias morigeradas nos hundimos en el pánico más profundo y aborrecible que hay debajo de ellos. Preocuparse se transforma en una especie de ritual mágico, que nos defiende de peores miedos. Pero en el caso de quienes padecen ataques de pánico, el esquema de vulnerabilidad ya no
les protege del miedo apremiante y mórbido que están a punto de morir, sino que más bien aumenta al intensidad del mismo.
En el caso del abandono, el regateo emocional sigue el siguiente argumento: Aferrarse a la gente que teme perder, o evitando
acercarse demasiado cree librarse del miedo y la desesperación más profunda de quedarse solo.
En cuanto al sometimiento: Rindiéndose a la otra persona, evita enfrentar la furia explosiva que engendra el sometimiento.
LIBERACIÓN: En todas partes del orden natural se encuentra el
ciclo de creación bajo presión y liberación. El cuerpo fabrica células asesinas y las libera para luchar contra una infección; las placas tectónicas colisionan, creando una inmensa presión liberada en temblores de tierra; las tormentas se originan en los pesados nubarrones que liberan su pesada carga de humedad con lluvia.
Ese proceso natural de liberación tiene un paralelo en la dimensión psicológica. Por lo que resulta beneficioso dejar que tal liberación se produzca de la manera en que quiera hacerlo, completamente natural.
Ver a alguien que atraviesa ese proceso de liberación puede ser como observar un parto: hay la sensación de que opera algo
inevitable, dejarse llevar por la gran corriente de la fuerza natural.
La calidad de sentirse conocido y comprendido es una fuerza curativa muy poderosa. En palabras del Dalai Lama: “Uno de los
deseos humanos más profundos es que nos conozcan y nos comprendan”.
¡Es tan fácil ver algo como lo quieren nuestros deseos y luego convencernos de que nuestras suposiciones son verdaderas! Nos
falta la tasadora que lo haga con ecuanimidad. Cuando la verdadera percepción significa ver las cosas tal como son en realidad, no como queremos que sean.
Los pensamientos no tienen más poder que el que le damos. Y no debemos olvidar que son sólo pensamientos y no la realidad. Aunque cuando estamos bajo el poder de los esquemas suponemos que nuestras suposiciones distorsionadas son verdad, pero la atención cosciente puede actuar como un tasador interior, trayéndonos una perspectiva no sesgada. Y con esa percepción podemos darnos cuenta de que no necesariamente debemos creer en ellos.
El Dalai Lama recomienda la acción cosciente. “Sin ella, dice, las aflicciones tienen carta blanca”. Y prosigue: “Adquirir el hábito de tener la atención cosciente en nuestro confuso pensamiento, con tanta frecuencia como nos sea posible, proporciona una vacuna de amplio espectro contra los trastornos emocionales”.
Los hábitos mentales del tipo: “Soy inútil, no hay esperanza, mi vida es fútil” pueden seguir y seguir, pero si nos situamos en una posición cosciente, podemos reconocerlos como meros pensamientos, viéndolos como surcos gastados en la mente, y decir: ¿otra vez esos pensamientos? Si los reconocemos por lo que son, rompemos su tiranía mental.
Así. Mientras la reflexión insensata nos lleva a perdernos en la niebla de la depresión, la atención cosciente nos recuerda que no nos hundamos, sino más bien que seamos agudamente coscientes del hecho que hemos comenzado a perdernos y de la necesidad de volver al presente.
Las más de las veces las disensiones entre parejas no tienen nada que ver con su relación y el comportamiento del uno y el otro, sino que una palabra mal dicha y quizá a destiempo dispara la tensión acumulada durante el día en otros ambientes y en otras obligaciones. Entonces se dicen cosas que no vienen a cuento y se contesta sacando algo que se llevaba guardado por el bien de la convivencia. Y puede que uno y otra esgriman supuestas razones como si se tratara de verdades absolutas.
Lo mejor sería que a través de la atención cosciente, al menos uno de ellos, se alejara para intentar calmarse hasta que pasado el tiempo y serenados ambos estuvieran dispuestos a reconocer que la verdad estaba en un lugar intermedio.
Suele dar resultado utilizar las frases:
posiblemente, tal vez, puede ser; porque si la otra persona siente en nuestras palabras un mínimo intento de control, puede fácilmente ponerse a la defensiva, sentirse juzgada y herida o quedarse resentida. Pero si nos aproximamos con humildad y la actitud de: “en realidad nadie sabe” y haciéndole saber que tenemos las mejores intenciones, entonces, posiblemente, tal vez sea más receptiva.
La empatía no significa que estemos de acuerdo con lo que dice o piensa el otro, sino más bien que cuestione sus suposiciones
sobre la gente y el mundo. También permite ser más sensible a las debilidades de los hábitos o esquemas de otra gente.
Por ejemplo, si usted sabe que una persona tiene estándares inflexibles, alabando sus logros cuando es apropiado, usted está
dando a esa persona lo que ella no hace, o no de manera suficiente, por ella misma.
Uno de los ritmos naturales de la pareja gira en torno de la tensión entre la necesidad de intimidad y la autonomía. Por lo que es importante entender que su pareja pueda necesitar marcharse de vez en cuando.
Un terapeuta dijo: “Cuanto más puedan estar aparte, tanto más podrán estar juntos.
Por desgracia no todas las personas están dispuestas a poner el lente de la atención cosciente sobre los problemas que sufren y que ellos colaboran a crear. Pero si es este el caso de su pareja
trate de aplicar el sistema en su vida, aunque sin colaboración. Quizá usted por si solo consiga mejorar las cosas.
Información y opinión. Cuando se hace una campaña de sensibilización sobre la conducción, los accidentes y sus consecuencias; los prudentes serán más prudentes y los incumplidores de normas no querrán ni oír las recomendaciones y consejos que van dirigidos a ello fundamentalmente. De igual
forma quienes están dominados por los esquemas destructivos serán reacios a escuchar sobre ello, pero no por eso se ha de dejar de intentarlo. (De la cosecha propia)
Los esquemas se transmiten en las familias de generación en generación involuntariamente como un gen racial. La autoridad de un padre puede tenerlo tan absorto en lo suyo que crea carencia emocional en su hijo pequeño. Y como dijo el Dalai Lama, “el problema son las emociones que afligen a una persona, no a la persona”.
Algunos quizá digan: “No puedes cambiar a la gente” y tal vez eso sea verdad, pero si puedes cambiar sus patrones.
Una de las cosas más arraigadas en las personas, incluidos los niños, es la falta de comprensión hacia sus necesidades reales y su forma de ver las cosas. Pero lo más delicado es que la otra persona, (en particular los niños) lleguen a creer que se les hiere intencionadamente.
Si ese es el caso de una persona que sigue creyendo que sus padres o uno de ellos le hirieron a propósito sería bueno tratarlo con ellos de forma sensata y en calma, Aunque puede que eso no sea posible. En ese caso lo esencial es interno que implica romper con la cadena del hábito emocional.
Para ello se debería tener en cuenta que por lo general, en los casos de negligencia o rígida exigencia, los padres no fueron coscientes de ello, ni lo son de la forma en que su comportamiento dio lugar a los hábitos o esquemas de sus hijos.
Luego están las relaciones con los padres en los que los patrones de esquema están continuamente haciendo saltar chispas.
Cuando uno o unos de los padres habían abusado emocionalmente de sus hijos cuando éstos eran pequeños. Siendo severamente críticos y poniendo el acento en lo que deseaban que hicieran y no hacían, o olvidándose de aquellas cosas que hacían bien y premiárselas con un abrazo cariñoso.
En las cosas extremas de unas relaciones tóxicas con los padres, quizá sea conveniente un alejamiento temporal y la firmeza de
saber interrumpir la comunicación la comunicación cuando éstos se pongan violentos.
En algunos de los casos puede que sea necesario utilizar un impermeable emocional. Una barrera sin agujeros que les mantenga protegidos.
Y pasado el tiempo, a medida que las personas se libran, poco a poco, de la trampa de sus reacciones esquemáticas con sus padres y se curan, tales barreas pueden desmontarse, dado que ya no son necesarias.
La empatía de comenzar a ver las cosas desde el punto de vista de los otros y tratarlos con ecuanimidad suele ser beneficioso.
Comprender que los demás desean ser felices y por sucesos o hechos vividos no lo pueden conseguir y, como personas que son, desearles el bienestar que también queremos para nosotros, puede hacernos más benevolentes con sus planteamientos o frases ofensivas, y ser capaces de moderar nuestras reacciones.
En términos de comportamiento cerebral, hay un curioso paralelo entre los hábitos emocionales y las adicciones. Los investigadores descubrieron que todas las adicciones crean el mismo desequilibrio en los circuitos cerebrales del placer. Esos circuitos intercambian una sustancia denominada dopamina; cuanta más dopamina, tanto más placer sentimos.
Y las sustancias adictivas ya no son la nicotina, la heroína u otras inundan el cerebro con grandes cantidades de dopamina.
Pero después de que pasa la excitación el cerebro es engañado: cree que hay grandes cantidades de dopamina en sus circuitos (un desequilibrio) Y para alcanzar un estado de equilibrio, el cerebro reduce drásticamente el número de receptores de dopamina, la parte de la célula cerebral que recibe y reacciona a la sustancia química.
Eso, a su vez, significa que el cerebro ahora tiene poca dopamina y, por lo tanto, pierde gran parte de su capacidad de placer. El resultado: la incomodidad y la perturbación de alguien que está atravesando la privación y necesita una “dosis” y la desesperada urgencia de volver a las condiciones anteriores. Pero si el adicto puede atravesar esa etapa y resiste la urgencia, el cerebro irá normalizando otra vez sus niveles de receptores de dopamina y se sentirá bien de nuevo.
Lo mismo ocurre con los hábitos emocionales. Cada vez que el esquema se dispara, volvemos a poner en funcionamiento su secuencia familiar de pensamiento, sentimiento y reacción. Pero cuando comenzamos a cambiar ese patrón quitamos al esquema la secuencia habitual. Y si logramos mantenernos fríos y serenos recordando que no tenemos por qué dar crédito a los pensamientos, el esquema resistirá el cambio, tratando de mantener los patrones familiares.
En este caso produciendo el impulso de necesidad, pero esta vez con urgencia adicional. Así mientras dejamos los hábitos de un
esquema, se desatan en una última boqueada. Y a medida que el poder del esquema se debilita y que ejerce nuestra fuerza de voluntad para no actuar según sus dictados, se pone más frenético. Pasaremos por un periodo inevitable de fuertes impulsos causados por esos sentimientos habituales. Pero si continuamos en esa línea sin rendirnos, los impulsos retrocederán, así como el cerebro vuelve a su equilibrio natural cuando alguien deja una adicción.
En la página 446 de este libro se dice que en plegaria budista sobre la benevolencia (en la antigua lengua poli, que era la que hablaba el Buda) se dice:
Que todos los seres vivos estén seguros. Que todos los seres vivos estén felices. Que todos los seres vivos estén sanos. Que todos los seres vivos sean libres de sufrimiento. Que todos los seres vivos sean liberados.
A continuación escribe Tara Bennett Goleman (autora de Alquimia Emocional) dirigiéndose al lector: Repita la plegaria en
silencio expresando primero el deseo para cada una de esas series de personas y para usted mismo diga: Que yo esté seguro, feliz, sano, libre de sufrimiento.
Que yo sea liberado. Que todos mis seres queridos estén seguros.
Y al recitar y recomendar esas plegarias yo, Tomás Martín Cifuentes, entiendo que se acepta al Ser Superior y Omnipotente que pueda conceder esos deseos y peticiones y que llamamos Díos.
Cambios en la percepción:
Si se miran las aguas turbulentas de un arroyo, los frenéticos giros de las nubes de tormenta, el zigzag de un relámpago la
naturaleza parece llena de caos. Sin embargo los teóricos del caos descubren un orden oculto dentro de las complejidades del mundo natural; patrones no vistos que revelan el orden y la simetría que subyace debajo de lo que parece una azarosa confusión. Se atienen a un proceso sencillo y simple: La naturaleza toma el camino que ofrece la menor resistencia.
El budismo tibetano nos dice que cuando nos sintamos invadidos por las emociones perturbadoras sería bueno que nos
preguntáramos: ¿Por qué estoy haciendo esto? ¿Cómo lo estoy haciendo y cual es la causa? Y sigue insistiendo en no quedarnos en la superficie de las cosas y saber ver la auténtica realidad y como nos atrapan los hábitos mentales.
Por lo general la irritación y la ira no precisan mucho esfuerzo de nuestra parte, sólo requieren que el objetivo desencadenante
se presente. Por eso es tan importante la aplicación cosciente para descubrir las causas que disparan los ataques de furia y de alguna manera evitarlos o, al menos minimizarlos.
Después de que los sentidos establecen contacto con un objetivo y registran ese contacto como percepción, el paso siguiente comlleva la reacción: Nos gusta? Nos desagrada? Nos sentimos indiferentes? Lo que crea la emoción es el gusto o el disgusto de sus apariencias.
Cuando algo nos gusta es una forma sutil de ligadura a ello y cuando ese gusto crece se convierte en adhesión o deseo vehemente. Que algo no nos guste es una forma sutil de lo que puede transformarse en furia.
La manera en que nos relacionamos con las condiciones adversas es una elección nuestra. Nadie tiene ese poder sobre
nosotros.
El Dalai Lama dijo en una charla que si no damos un propósito importante a nuestra vida, sólo viviremos una vida mediocre. y que antes de cultivar la compasión hemos de cultivar la imparcialidad.
Las cinco tendencias emocionales más importantes:
ira, orgullo, pasión, celos y apatía han sido descritas en el trabajo de Chogyan Trungpa en “Un viaje sin retorno transversal”.
En un nivel neurótico, por ejemplo, la energía de la ira es demasiado familiar: fijación agresiva en la manera de ver las cosas, hostilidad y constante actitud defensiva. La gente irascible se cierra frente a otros puntos de vista que no son los suyos y son rápidos para contraatacar. En resumen son personas rígidas. La ira en este sistema tibetano, está asociada también a la inteligencia.
En un nivel erótico, la energía del orgullo se ve como una forma de estar absorto en el narcisismo. El narcisismo no se ajusta a
ningún tipo de límites o de disciplina, viéndose a si mismo como si fuera especial, regodeándose en la admiración de los otros, en la ostentación y en las búsquedas frívolas. Bajo la fachada del orgullo acecha una sensación de amenaza y entonces se construye una barrera defensiva contra la vergüenza y la derrota.
La pasión, en el sentido de apego y de anhelo neurótico, puede manifestarse como la seducción superficial del histérico o como el carisma hipnótico de un estafador o manipulador. Se manifiesta como una búsqueda tentadora, placentera y seductora de objetos de deseo. Cuando se transforma, esa energía asume la forma de una conciencia discriminante y tiene
un interés preciso en lo que se presenta, brindándole una atención completa.
Los celos o la envidia giran en torno a la comparación de uno con los demás, y con la crítica de todo el mundo. En su forma extrema, esto se convierte en un miedo paranoico de que los demás puedan eclipsarlo y el resentimiento por los logros de los demás. Esa actividad crítica produce resentimiento y condescendencia, por un lado, y una ráfaga de actividad para poner las cosas en su forma correcta; esto es, de acuerdo con la
propia visión de como deben ser.
En último lugar, está la energía, o falta de ella, que se manifiesta como pereza. En su peor manifestación, toma la forma de somnolencia, indiferencia y holganza. Esa gente opta en la vida por el camino de la menor resistencia, haciendo lo más fácil en vez de hacer lo que hace falta, lo apropiado o lo efectivo.
Entre el amplio rango de enfoques budistas respecto a las emociones perturbadoras, hay tres posiciones principales. Elegir
una depende de las particularidades de nuestra habilidad, de nuestras inclinaciones y de los métodos a que somos proclives.
En el primer enfoque, tratamos de abandonar esas emociones: cuando surgen una emoción perturbadora, la idea es dejarla pasar o estar continuamente en guardia para tratar de evitar que aparezca en la mente.
En este tipo de práctica de la atención cosciente la meta es que la emoción perturbadora desaparezca por completamente.
Otro enfoque se dirige a que el practicante pueda transformar esa emoción perturbadora en otra más positiva. Esa estrategia opone un antídoto a cada estado negativo: a la agresión, el amor o, por ejemplo, al apego la ecuanimidad. En este tipo de práctica el objetivo es remplazar una emoción negativa con la emoción opuesta.
En el tercer enfoque consiste en convertir las emociones perturbadoras en parte del camino. Pero utilizar las emociones como camino supone un desafío difícil; por esa razón se le conoce como el camino empinado. El camino más fácil consiste en negarse a las acciones y emociones negativas, dice Chokyi Nyima. “Es más fácil negarlas que transformarlas y más fácil transformarlas que utilizarlas a modo de camino. Por lo que esto último sería necesario practicarlo con un maestro