jueves, 8 de noviembre de 2012

No sobrevalorar el amor


ENTREVISTA CON ANDRÉ COMTE-SPONVILLE

Comte-Sponville: "La pasión amorosa está sobrevalorada"


"Amar es nunca tener que pedir perdón",esgrimía muy afectada la meliflua protagonista de la exitosa Love story a comienzos de los setenta. Frases de este tipo han contribuido abanalizar el amor hasta límites insospechados. La industria cultural y sus afilados trobadores se han empeñado en conferir a tan universal sentimiento la misma transcendencia que puede tener un chicle pegado a una farola.
En efecto, del iluminado All you need is love de los Beatles al pareado resultón de Britney Spears en Love is a state of grace / Transcending time and space, vemos cómo la en ocasiones remilgada cultura pop trivializa con saña lo que Aristoteles resolvió muy jovial con un "amar es alegrarse". El teórico francés André Comte-Sponville en Ni el sexo ni la muerte (Paidós) aborda con claridad expositiva y sin intelectualizar en exceso lo que significa y ha significado a lo largo de la historia el verbo amar.
"Una humanidad masculina se habría contentado con el sexo, la guerra, el dinero y el fútbol"
Empecemos por la procedencia. El autor no tiene duda: "El amor es un invento de las mujeres, no habría existido sin la maternidad. Una humanidad exclusivamente masculina se habría contentado con el sexo, la guerra, el dinero y el fútbol". En cuanto a si está trillado o no el concepto, el profesor matiza: "La pasión amorosa está sobrevalorada, no hay duda, pero esto no implica que el amor lo esté. El cine y la literatura tienden a centrarse en la pasión amorosa, pero esta dura solo unos meses, un año a lo sumo, después queda el amor". Según el autor, cuando la fogosidad inicial es historia entra en escena la philia, antiguo término griego que ilustra el amor fraterno, incluyendo amistad y afecto. "Llegado el momento la pareja suprime la pasión, pues esta procede del deseo, y el deseo, cuando ya no existe esa falta del otro, desaparece. En otras palabras, no es posible echar en falta a aquel o aquella que comparte su vida, que está ahí cada noche, y cada mañana".
Y entonces, ¿qué nos queda? Según el autor, resta lo mejor. "Alegrarse de la existencia del otro, de su presencia, sentir placer por compartir su vida y su lecho, no significa menos amor, sino más". Así es como pasamos del tedio de amar, acuñado por el cenizo de Schopenhauer, a la declaración spinozista del amor, a saber: "El amor es una alegría que acompaña a la idea de una causa exterior".
"No me quiero casar, la idea de ser amante me parece más bonita"
Ese amor puede durar toda la vida y se alimenta de ternura, confianza, humor o comunicación, así como de amistad y de erotismo. Las parejas felices son aquellas que son amigas, asegura rotundo desde su experiencia de varias décadas con la madre de sus hijos, ya que, añade: "Mi mejor amiga es la mujer con la que vivo, nadie me conoce mejor que ella, y no amo a nadie como a ella. El verdadero amor es una historia de amistad". Pero de sellar ese amor con una rúbrica ni hablar: "Justamente por lo que representa no me quiero casar, porque esta idea de que somos amantes me parece mucho más bonita. Mi mujer puede venir y decirme mañana: me voy, no quiero estar contigo, y el hecho de que se pueda ir le da más valor a la relación".
Ahora bien, todo esto es muy bonito, ¿pero qué hay de la rutina? El día a día termina sacando a flote las pequeñas miserias de cada uno. Para ejemplificar esto el autor se sirve de una cita de Gainsbourg: "Amamos a una mujer por lo que no es; la dejamos por lo que es". La frase, aplicable también a los hombres, muestra las zonas de sombra que la pasión ha dejado, destapa al tipo apagado y gris que ella no quiso ver mientras le cegaba el frenesí. Es entonces cuando el autor echa mano del amor-caridad, pero despojándolo de cualquier connotación religiosa: "En una pareja uno debe expresar en algún momento su debilidad, consiste en cederle sitio al otro para que este pueda desarrollar su potencia". Llámenlo caridad, bondad, o simplemente dar un paso atrás por amor, batirse en retirada. Ya lo dijo Adorno: "Serás amado el día que puedas mostrar tu debilidad sin que el otro se sirva de ella para afirmar su fuerza".
 

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