miércoles, 6 de febrero de 2013

La felicidad hay que saber creearla cada día: Albert Figueras


Albert Figueras: «Somos infelices porque buscamos algo que no existe»

Cuántos no han escrito sobre el amor y su vida era un desierto de afectos, o lo han hecho sobre el triunfo mientras eran arrollados por la mediocridad. Pero en esta ocasión no estábamos dispuestos a

Actualizado 24/12/2006 - 10:22:04
Cuántos no han escrito sobre el amor y su vida era un desierto de afectos, o lo han hecho sobre el triunfo mientras eran arrollados por la mediocridad. Pero en esta ocasión no estábamos dispuestos a que nos dieran gato por liebre. Por eso, ante el doctor Albert Figueras, profesor de Farmacología y Terapéutica en la Universidad Autónoma de Barcelona, y ante su flamante libro «Optimizar la vida. Claves para reconocer la felicidad», sólo cabía preguntar: ¿Y usted es feliz? Esto fue lo que respondió el médico: «Hay que diferenciar mucho entre esa felicidad que imaginamos como algo enorme, y que es la que desde pequeños nos intentan vender en esos finales de cuento de "y fueron felices y comieron perdices", de la que realmente existe, que depende del funcionamiento del cerebro, y que consiste en esos pequeños momentos de bienestar que tenemos. Yo, en este sentido, soy feliz, y creo que la mayoría de las personas lo son. Lo que pasa es que muchas veces no nos damos cuenta porque estamos esperando la llegada del gran estado feliz mientras la felicidad de verdad se nos escapa entre los dedos. Somos infelices porque buscamos algo que realmente no existe, llegar a un horizonte al que nunca se llega».
-Desmienta a Flaubert: Optimista es sinónimo de imbécil.
-Claro que no: Un optimista no es el que lo ve todo de color de rosa de una manera acrítica, sino que tiene tendencia a pensar que frente a un problema hay una solución posible y que se puede alcanzar con empeño y estrategias.
-¿Ser feliz es cuestión de suerte, de voluntad o de biología?
-Felices podemos ser todos si sabemos que la felicidad son esos pequeños momentos en los que nos sentimos bien con nosotros mismos y con lo que nos rodea, por tanto hay una parte de biología, ya que se tienen que producir unas circunstancias dentro de nuestro cerebro, y que nuestras neuronas segreguen unos neurotransmisores que nos hacen sentir bien; ¿cuestión de suerte? Sí, claro, pero más que suerte es saber escucharnos, ver qué sensaciones tenemos y saber interpretarlas, y, sobre todo, cuando nos encontremos bien tener la voluntad de identificar el momento dándole la misma importancia que a sentirnos mal.
-¿Por qué nos cuesta tanto ser felices?
-Porque de alguna manera todo a nuestro alrededor nos está sugiriendo que puede haber algo grande que llamar felicidad con mayúsculas y que no está a nuestro alcance. Desde pequeños nos venden la idea de que se puede lograr si trabajas, si eres bueno. Luego, todo un sistema social y económico funciona diciendo que para ser feliz necesitas esto, o lo otro, forzándonos a que gastemos dinero, y por tanto a que la economía se mueva en una carrera sin fin.
-Dice que las personas con escaso nivel económico son las que mejor optimizan la vida.
-Hablo de la tensión entre el tener y el ser. Economistas han asociado algunos parámetros de la economía clásica con los de la psicología del bienestar y concluyen que necesitamos un mínimo nivel económico para tener las necesidades básicas cubiertas, pero una vez pasada esa barrera todo el esfuerzo que nos supone tener más dinero no se traduce en un aumento proporcional de la felicidad o bienestar, sino al contrario. Estos investigadores se han encontrado, por ejemplo, con que la sociedad que más ríe es la del centro y el sur de América.
-Habla de asumir la muerte como primer paso para ser felices.
-Como seres vivos todos terminamos muriéndonos y esto nos produce incertidumbre y angustia porque no sabemos ni cuándo, ni cómo, ni qué hay después. Una vez interiorizado el hecho de que moriremos, podemos empezar a aprovechar al máximo todo el tiempo que hay entre el presente y el día en que ocurra, y cuando sabemos sacar el máximo jugo a todos esos pedacitos de vida entre medias tenemos más papeletas para ser felices.
-¿Es la tristeza inclinación natural del hombre?
-Hay una tendencia al pesimismo natural que podría ser explicada por distintas causas. Una es que la vida no es algo constante y que significa también muerte, y, en general, es contraste. El cerebro, con su capacidad de recuerdo, nos señala que no somos permanentes, que estamos bien ahora y luego ya no lo estaremos; y si no tenemos asumido que la vida es cambio constante y que no hay bienestar que cien años dure, tendemos a colgarnos del recuerdo, que es melancolía.
-¿Hay fórmulas para educar en el optimismo?
-Se puede educar, pero sin fórmulas. Lo han dicho los grandes como Seligman. Podemos explicar cómo funciona el cerebro y que cada uno obre en consecuencia. Los libros de autoayuda con fórmulas fracasan porque la vida no es un manual de cocina; pero sí se pueden formar, hasta donde permita la genética y el entorno, ciudadanos optimistas, con una educación positiva sin falsos mitos, que por inalcanzables generan frustración.
-El suicidio es la principal causa de muerte entre los más jóvenes de un tercio del planeta. Adolescencia y felicidad, ¿un binomio imposible?
-Imposible, no; pero en algunas sociedades actuales resulta difícil por la manera en que los educamos, en un mundo feroz y competitivo, lleno de estereotipos (el éxito es ser rico, delgado, tener un máster.) Falacias que provocan un terrible desencanto.
-¿Existe la pastilla de la felicidad?
-No existe, por suerte. Si existiera realmente, además de un precio brutal, generaría aburrimiento y adicción, y todo lo que causa adicción es contrario a la felicidad. Por suerte, ni la hay, ni existirá, aunque haya antidepresivos o euforizantes, pero que no van más allá. Lo que es interesante de la vida es el esfuerzo de vivir al máximo sin tomar atajos.
-Deme tres claves para optimizar la vida.
-Vivir el momento presente en toda su plenitud, buscar las cosas que realmente tienen valor y ser conscientes de que la felicidad no es algo que se compra, sino un pequeño momento de bienestar que llega, y que hay que saborear porque se va. Y suerte de estos altibajos porque el cerebro funciona por contrastes igual que los sentidos. Le aseguro que si llegáramos a una felicidad eterna y monótona, acabaríamos hartos.

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