LA VOLUNTAD , La Actitud y las Actuaciones
De la Voluntad a la Intención
O del Esfuerzo a la intención
La actitud y la actuación son esenciales.
Para actuar mejor y tener una mejor una actitud.
Y hacer las cosas convenientes de la mejor manera posible.
Muy pocas personas se preocupan por hacer lo más
conveniente.
Para conseguir tus Metas. Para conseguir una vida plena has
de ser capaz de llevar las riendas de tu vida.
Has de ser capaz de definir de ver con claridad donde estas
y a donde quieres estar o a donde te gustaría llegar.
«No hago lo que deseo
ni lo que me pide el cuerpo, ni lo que me apetece, ni lo que es mejor para mí.
Voluntad y felicidad forman un binomio muy estrecho. No se hacen las cosas
simplemente por placer o porque a uno le guste, sino por llegar a lo que uno se
ha propuesto. La voluntad bien educada lleva a la realización más completa de
uno mismo. La educación de la voluntad patrocina la alegría. La voluntad nos
lleva, como de la mano, a una vida lograda» La voluntad es la joya de la corona
de la conducta, es la pieza clave para alcanzar los objetivos concretos.
La voluntad nos
determina. Hay que hacer una distinción entre dos conceptos próximos: desear y
querer. Son dos pretensiones que navegan pilotadas por nuestra conducta. La
primera se mueve por los sentimientos, mientras que la segunda es guiada por la
voluntad. Desear es anhelar algo de forma próxima, rápida, con una cierta
inmediatez. Querer es pretender algo a más largo plazo, pero teniendo el
objetivo claro, bien delimitado y en donde hay una firme resolución de alcanzar
esa meta. El deseo es más superficial y fugaz. Querer es algo más profundo y
estable. Lo diría de otra manera: muchos deseos son juguetes del momento. En
cambio casi todo lo que se quiere significa un progreso personal a medio largo
plazo. El campo magnético que deambula entre el desear y el querer forma una
telaraña complejísima en el que ambos conceptos se cruzan, se entremezclan, se
confunden, se avasallan, entran y salen, suben y bajan, giran, se esconden y
luego vuelven a aparecer. Todo esto da lugar a una tupida red de significados,
con imprecisión a la orden del día. Los deseos son muy importantes en la vida y
tiran de nosotros en una dirección determinada. Son importantes y le dan
frescura a la conducta. Aprender a domesticarlos indica equilibrio y dominio de
sí mismo. El deseo es siempre fuerza, impulso, tirón. Movimiento apasionado que
impele y se lanza en la dirección que el estimulo le provoca. En su seno se
hospedan dos características: necesidad e impulso. El ser humano es un animal
de deseos. Estos son fogonazos momentáneos a veces casi automáticos en donde
uno se ve arrastrado por esa marea. El deseo es el registro primario de la
afectividad. Querer es determinación, firmeza, propósito decidido, solidez en
el empeño de alcanzar algo costoso de entrada y valioso de salida. Voluntad es
querer. La contabilidad de la vida personal está hecha de reverses y aciertos.
En la ingeniería de la conducta la voluntad tiene un papel clave: es un parque
jurásico de vericuetos y puentes levadizos y caminos serpenteantes ajedrezados
por la búsqueda de algo que merece la pena. Los deseos y los quereres se
filtran por las rendijas de nuestro mundo afectivo silbando con su energía. Hoy
se considera que la voluntad es una de las piezas claves en la arquitectura de
la vida personal y es casi una segunda naturaleza. La educación de la voluntad
es una tarea artesanal, lenta, progresiva, que se parece mucho al orvallo
asturiano, al chirimiri vasco, a la charua peruana o a la cama chacha chilena:
una lluvia fina que empapa la tierra y que cala en la profundidad del campo.
Esto se refiere a la importancia de lo que en apariencia parece menudo y de
escaso valor y que a la larga significa la costumbre de vencerse en lo pequeño.
Son batallas menores, escaramuzas de escaso relieve en el día a día, pero que
ponen de manifiesto la cultura del esfuerzo: un entrenamiento habitual para
gobernarnos mejor. Uno de los indicadores más claros de madurez de la
personalidad es tener voluntad regia, firme, compacta, solida, consistente, de
edificio románico o gótico. Y al revés una de las manifestaciones más evidentes
de poca madurez, es tener una voluntad frágil, endeble, liviana, vulnerable. La
clave está en fomentar lo siguiente: hacer atractiva la exigencia, mirando fijamente
al horizonte de la meta. ¿Cómo?: utilizando los instrumentos de la
inteligencia, sublevando esfuerzos, no dándose uno por vencido cuando las cosas
van mal. Elevándose uno por encima de las circunstancias adversas. Los
esfuerzos y renuncias de ahora tendrán su recompensa. Saber esperar y saber
continuar. Utilizar la voluntad sin recoger frutos inmediatos: esa es la clave.
El verdadero objetivo de la voluntad es conseguir la victoria sobre uno mismo.
Abrimos las puertas del autodominio y así no nos desviamos de la meta, nos
entregamos con ardor a la tarea propuesta. La voluntad es la capacidad para
conseguir objetivos concretos y luchar, de forma recia, poniendo a la
motivación como gran motor de la misma. El hombre superior mira por
sobreelevación, no busca lo cercano, sino lo lejano. El hombre inferior vive
aferrado a lo inmediato y busca la satisfacción pronta y eminente. Lo mejor es
llevar a cabo lo que yo llamaría una especie de tabla de ejercicios de gimnasia
de voluntad: ahora hago esto sin gana porque es mi obligación; y después me
aplico aquella otra tarea que me cuesta, porque sé que es bueno para mí; y más
tarde me aplico aquello otro que me es costoso, porque sé que eso hará de mí
una persona de una pieza.La costumbre de vencerme en lo pequeño. Es esencial
ejercitarse en estos vencimientos que no reportan ningún beneficio próximo. Ahí
vemos entrenamiento y aprendizaje. Hay que batirse con uno mismo porque el
enemigo está dentro y fuera y tiene distintos nombres: pereza, apatía dejadez,
abandono, cansancio de la vida o búsqueda de lo más cómodo. Toda educación
empieza y termina por la voluntad. Decían los escolásticos que la base de la
conducta está en crear hábitos positivos: la repetición de esos actos nos hace
valiosos. No confundir entre hábitos positivos y rutina. Lo primero es la
educación continuada y, lo segundo, el comportamiento cansino, agotador y sin
alma. No hay rutina cuando se procura poner amor en lo que se hace por pequeño
que parezca. Educar no es solo conducir a alguien hacia lo mejor para sacar
todo lo bueno que lleva dentro, si no también hacer que ame el esfuerzo y que
este se vea como positivo y liberador. Una persona con voluntad llega más lejos
en la vida que una persona inteligente. Y a la larga es una especie de llave multiuso,
que vale para casi todo. No hago lo que deseo ni lo que me pide el cuerpo, ni
lo que me apetece, ni lo que es mejor para mí. Voluntad y felicidad forman un
binomio muy estrecho. No se hacen las cosas simplemente por placer o porque a
uno le guste, sino por llegar a lo que uno se ha propuesto. La voluntad bien
educada lleva a la realización más completa de uno mismo. La educación de la
voluntad patrocina la alegría. La voluntad nos lleva, como de la mano, a una
vida lograda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario