El pasado fin de semana se celebró en
Castellón el 37 Congreso de Fepace (Federación
de Asociaciones de Padres
de Alumnos de Fomento de Centros
de Enseñanza) donde se destacó que
las familias «no educan a sus hijos frente
a la adversidad». Una de las principales
razones es que los padres prefieren
darle todo a sus hijos para que
tengan bienestar y una vida cómoda,
antes de inculcarles el esfuerzo y hacerles
«sufrir» para conseguir un objetivo,
puesto que, de hacerlo, los progenitores
piensan que sus pequeños
dejarán de quererles.
«Nada más lejos de la realidad
—asegura Fernando Sarráis, doctor en
Medicina por la Universidad de Navarra,
especialista en Psiquiatría y ponente
en las jornadas de Fepace—. Todo
lo que vale, cuesta. Conseguir aquello
que conlleva un esfuerzo supone una
gran satisfacción personal (estudiar y
obtener un máster; entrenar y lograr
una medalla...). Si no enseñamos a los
niños a esforzarse en la infancia, de
mayores serán adultos insatisfechos
e inseguros porque tendrán miedo de
enfrentarse a cualquier situación que
les suponga el más mínimo esfuerzo».
En esta línea, Fernando Sarráis explica
que hay una serie de pautas para
educar mejor a los hijos:
1 «El que algo quiere algo le cuesta».
La buena educación ha de costar a formador
y formado. No se debe tener
miedo a hacer sufrir al educar, pues el
cariño impide que se convierta en un
trauma psicológico.
2 El mejor educador es el ejemplo. Se
debe realizar la acción que se pretende
que aprendan los hijos delante de
ellos. No es suficiente un exceso de repetición
oral para que lo asimilen.
3 Enseñar en libertad. En la educación
de una personalidad madura es
esencial enseñar a ser libre, con la responsabilidad
que supone recibir un
premio o castigo como consecuencia
de la propia conducta libre.
4 Aprender a poner buena cara al mal
tiempo. Uno de los capítulos más difíciles
de aprender del libro de la vida
es «sufrir con alegría». Sin este aprendizaje
las personas suelen vivir, comportarse
y pensar para «evitar» el miedo
a cualquier sufrimiento. Esto impide
que las personas aspiren a grandes
objetivos en la vida.
5 Voluntad y constancia. Es necesario
plantear modelos atractivos de modos
de ser, pues si una persona quiere
ser de una manera, tendrá la fuerza y
constancia para poner los medios necesarios
para lograrlo: querer es poder.
6 «O vives como piensas o acabas pensando
como vives». La conducta tiene
una fuerza educativa o transformadora
muy poderosa. Una manera de lograrlo
es que el educador y el educando
lo hagan juntos.
7 Educar más con la cabeza que con
el corazón. Enseñar es una tarea más
de la razón que de la afectividad.
8 La unión hace la fuerza. El padre y
la madre deben llegar a un acuerdo a
la hora de educar, establecer límites y
no desautorizarse entre sí, sino comunicarse
para evitar las diferencias educativas
en los temas capitales.
9 No tirar la toalla cuando parece que
no se consiguen los objetivos educativos
deseados, ya aparecerán más adelante.
No hay que cansarse de dar buen
ejemplo.
J Exigir con amor. Los hijos no se trauman
tanto por la excesiva exigencia si
se sienten queridos.
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