domingo, 26 de julio de 2015

Charles Duhigg, un reputado periodista de The New York Times,

Un buen día Charles Duhigg, un reputado periodista de The New York Times, se preguntó a qué podía deberse el irresistible impulso que le llevaba a comerse una galleta de chocolate hacia las tres de la tarde, pese a haber almorzado al mediodía y, teóricamente, no tener hambre.
Gracias a su apetito intelectual, Duhigg acaba de publicar El poder de los hábitos (editorial Urano), donde resolvió el misterio de la galleta y también algunos otros (como el modo en que algunas empresas predicen y manipulan los hábitos de los consumidores), hasta el punto de entrar en las listas norteamericanas reservadas para los superventas.
Más allá del gusto literario de los estadounidenses y de su conocida debilidad por historias basadas en hombres y mujeres hechos a sí mismos, la obra escrita por Duhigg aborda un tema muy actual: ¿cambiar de hábitos es tan fácil como proclaman los libros de autoayuda? ¿Por qué muchas personas, por más que se lo propongan, no consiguen llevar a buen término sus dietas de adelgazamiento (o dejar de fumar con éxito o ser constantes en el gimnasio o abandonar el alcohol o simplemente dejar de morderse la uñas)?
Aunque cada lector podría dar una respuesta (según diversas encuestas, a un 70% de la población le gustaría cambiar algún hábito, por más que sólo entre un 5% y un 15% lo acabe consiguiendo), los hábitos se crean cuando aparece una señal que conduce a una recompensa, en función de la cual el cerebro decide si vale la pena recordar en el futuro esa asociación en particular.
Tal vez por eso, la teoría que maneja Duhigg es que para cambiar de hábitos hay que entender su mecánica de funcionamiento y ser consciente de que un 40% de las decisiones que toma una persona a lo largo del día no son meditadas, sino simples rutinas que el cerebro repite de forma inconsciente desde hace meses o años. Por ejemplo, a Duhigg le costó algo de tiempo entender que no era el hambre lo que intentaba satisfacer con la galleta de chocolate, sino la necesidad de hacer una pausa en el trabajo, por lo que sólo pudo dejar atrás este hábito cuando decidió concederse otro premio: dedicar esos minutos a conversar con amigos.
El telón de fondo de este asunto es hasta cierto punto polémico. Durante los últimos años, el boyante sector de la autoayuda, pero también el coaching, ha ensalzado la idea de que cualquier persona puede conseguir aquello que se proponga (siempre que el objetivo sea realista…) con la debida motivación, con mucha fuerza de voluntad y bastante pensamiento positivo.
Sin embargo, ahora algunos autores comienzan a señalar que hay “fuerzas invisibles” en el cerebro (por utilizar la terminología que emplea James Atlas en un artículo de opinión publicado en el Times neoyorquino en mayo del 2012) que nos dominan, determinando nuestra manera de pensar y de actuar, y limitando el libre albedrío. “Una vez traspasamos la puerta de este extraño mundo neuronal conocido como cerebro, descubrimos, por decirlo claramente, que no tenemos ni idea de lo que estamos haciendo”, anota Atlas en este artículo titulado “The amigdala made me do it” (la amígdala me llevó a hacerlo).
Los hábitos, según los científicos, surgen porque el cerebro siempre busca el modo de ahorrar energía, por lo que su tendencia natural es convertir casi cualquier situación ya vivida en una rutina. El problema es que el cerebro no diferencia entre los buenos y los malos hábitos. Así, señala Duhigg en la página 40 de su libro, “una vez que hemos desarrollado la rutina de sentarnos en el sillón, en vez de salir a correr, o la de comer cada vez que vemos una caja de donuts, esos patrones permanecerán en nuestra conducta”. Puede que Duhigg esté en lo cierto: los hábitos son tan poderosos que consiguen que el cerebro se aferre a ellos y excluya todo lo demás, incluido el sentido común, pues de otra forma no se entiende que tantas personas tropiecen una y otra vez en la misma piedra.
En la actualidad, investigadores de diversas universidades norteamericanas (caso de Duke, Harvard, UCLA, Yale y Princeton, entre otras), así como científicos que trabajan para empresas como Starbucks, Google o McDonald’s, están intentando comprender la neurología y la psicología de los hábitos, por qué surgen y cómo se pueden cambiar.
Una de esas personas es Francisco Mora, doctor en Neurociencias por la Universidad de Oxford y catedrático de Fisiología Molecular y Biofísica de la facultad de Medicina de la Universidad de Iowa (EE.UU.), donde se encuentra ahora mismo, cuando son las diez de la mañana del sábado 21 de julio, debido a su conocido hábito de trabajar, sea laborable o festivo.
Cambiar de hábitos es enormemente complicado”, contesta Mora, que es autor de más de 400 trabajos científicos en el campo de la neurobiología y que ha abordado este asunto en dos de sus últimos libros: Se puede retrasar el envejecimiento del cerebro (2011)y ¿Está el cerebro diseñado para la felicidad? (2012), ambos en Alianza Editorial.
Todo lo que apunta Mora en sus trabajos es interesante, pero hay varias ideas, además, que llaman especialmente la atención. Por ejemplo: un rasgo que comparten algunas personas que han sido capaces de cambiar de hábitos es haber estado muy cerca de la muerte. “Hay un estudio realizado con mujeres y hombres de alrededor de cincuenta años –explica el neurobiólogo–que demuestra que quienes sufren un infarto de miocardio viven más tiempo que los que no. ¿Por qué ocurre esto? Porque quienes le ven las orejas al lobo deciden cambiar de hábitos al instante, a diferencia de lo que suelen hacer las personas normales”, señala Mora dando a entender que para revertir un hábito hace falta “una bofetada”, dice, o una motivación muy fuerte.
La segunda reflexión que plantea Mora se centra en que la búsqueda del placer guía el comportamiento de cualquier ser vivo, “incluso de los organismos unicelulares”, precisa. “El cerebro toma decisiones de forma inconsciente después de grabar durante muchos años lo que a cada persona le procura placer”, indica. Visto así, la cuestión es saber elegir bien los placeres (pues la vida humana es básicamente eso, una búsqueda consciente o inconsciente de placeres físicos, mentales o emocionales…), y tener claro que es más fácil adquirir malos hábitos (por ejemplo, tirarse en el sillón después de trabajar y encender la televisión) que buenos hábitos (estudiar un idioma).
Antoni Gual, médico psiquiatra y jefe de la unidad de alcohología y adicciones en el hospital Clínic de Barcelona, tiene su opinión al respecto después de escuchar a multitud de personas que quieren dejar la bebida y de comprobar que deben hacerlo –por poner un símil futbolístico–, en un ambiente muy adverso, prácticamente como si jugaran en campo contrario.
De entrada, el diagnóstico del doctor Gual coincide con el de Mora: “Cambiar de hábitos es lo contrario de sencillo. En estos casos siempre hay una parte más fácil, que es la decir ‘esto no lo haré más’, y otra más compleja. Por ejemplo, abandonar la bebida casi siempre implica dejar de frecuentar ciertos lugares, apartarse de algunos amigos y cambiar una forma cotidiana de funcionar”.
“Sólo cuando te das cuenta –explica Gual– de que un hábito colisiona con tus valores, encuentras fuerzas para posicionarte contra él. Pero un cambio es también una inversión: haces el esfuerzo hoy para obtener un rendimiento mañana. Y para eso es importante tener socios (familiares, amigos, personas que han pasado por el mismo problema), en lugar de hacer la guerra en solitario”, aconseja.
Pep Marí trabaja en el Centro de Alto Rendimiento de Sant Cugat (CAR), donde ejerce de jefe del departamento de Psicología del Deporte y donde imparte cursos a empresas e instituciones públicas sobre cómo cambiar los hábitos de una organización, así como asesora a deportistas de primer nivel para que cambien algunas viejas rutinas y consigan sus objetivos.
“Me gustaría dar casos concretos porque sustituyen a la teoría”, comienza diciendo. A partir de ahí, Marí detalla la historia de una jugadora de la selección española a la que apodaban “la madre Teresa de Calcuta”, por su conocido hábito de estar más pendiente de sus compañeras de equipo que de ella misma. Por este motivo, no evolucionaba, así que la entrenadora y el psicólogo le persuadieron para que diera un paso al frente y explotara su talento individual, ya que de no ser así se verían en la obligación de prescindir de sus servicios.
Marí también se refiere al problema de un niño que tenía el mal hábito de escupir. “¿Qué tienen en común estos casos?”, se pregunta. “Lo primero es que para revertir un hábito la persona ha de sentir una necesidad imperiosa, es decir, ha de necesitar el cambio más que el pan que se come”, aprecia Marí en la misma línea que apuntaba el neurólogo Francisco Mora.
“La segunda cosa es contar con la ayuda de otras personas, pues cuando se intenta solo es mucho más difícil, por no decir imposible. La última cosa imprescindible es tener tiempo. Cambiar una vieja costumbre requiere un proceso en el que puedes acortar los plazos, pero no saltártelos”, enfatiza Marí tras hacer hincapié en la máxima de que recaer no es fracasar, sino que es un paso que forma parte del camino.
“La gente cuando tiene una recaída está fatal, piensa que no va a poder, que ha fracasado, que no ha valido la pena. Pero las recaídas –recuerda Marí– son inevitables, así que la cuestión es saber levantarse. Por ser positivo, diría que vendrían a ser como si un profesor le dijera a un alumno que todavía necesita aprender más cosas. La recaída lo único que indica es que hace falta más tiempo. Es saber, simplemente, que todavía no estás, que no te engañes, que no tienes el hábito adquirido, pero que estás en el camino y que con un poco más de esfuerzo y de tiempo lo conseguirás”, explica.
A renglón seguido, Marí comenta una técnica para dejar de morderse las uñas, consistente en introducir unas canicas en el bolsillo izquierdo y en pasar una bola de cristal al bolsillo derecho cada vez que un dedo aterriza en la boca y en recontarlas al final del día, anotando la frecuencia del hábito (para tomar conciencia del problema y de su evolución), los escenarios del delito (por ejemplo, estando sentado, medio aburrido, frente a la pantalla del televisor o del ordenador) y la cadena conductual (en el anterior ejemplo, tocándose la cara, rascándose la barbilla y, finalmente, mordiéndose la uña).
“Para cambiar un hábito por otro –concluye este psicólogo– siempre hay tres fases: la fase de los errores, que consiste en equivocarse y en aprender; la fase de los esfuerzos, cuando llega un día en que de tanto fallar aprendes a concentrarte y a hacer las cosas de otra manera, y la fase de los automatismos, donde lo ensayado se convierte en hábito”.
Marta Garaulet, catedrática de Fisiología de la Nutrición en la Universidad de Murcia tiene un trabajo muy parecido al de Pep Marí o al de Antoni Gual, sólo que en lugar de ayudar a algunas personas a dejar el alcohol o a que rindan más en el terreno deportivo, se encarga de que adelgacen y de que coman mejor, razón por la que ahora mismo está en Boston (EE.UU.), donde lleva tres meses estudiando cómo aplicar la nutrigenómica (la ciencia que investiga las interacciones entre el genoma y los nutrientes) al tratamiento de la obesidad.
Su primer comentario es ya sabido: sólo entre el 4% y el 10% de los que intentan cambiar de hábitos alimentarios lo consiguen finalmente, aunque Garaulet recalca que gracias a técnicas muy novedosas que aplica en sus centros de nutrición ha conseguido elevar ese porcentaje hasta el 60%.
“No sirve de nada diseñar una dieta perfecta porque nadie la sigue”, avisa. “En cambio –dice– las cosas pequeñas, concretas, alcanzables y a corto plazo posibilitan grandes cambios en el futuro”.
“Al final –prosigue Garaulet– cada cual ha de aplicar técnicas individuales que le funcionen”, señala, para remarcar que no hay una receta universal para cambiar un mal hábito. “Un método que funciona es visualizarse desde fuera y pensar que no se está predestinado a un hábito en concreto, sino que se puede cambiar”, añade después de un breve apunte antropológico: para los norteamericanos no hay nada más normal que cambiar “de religión, de partido político, de sexo, de marido… de cualquier cosa”, a diferencia de lo que sucede en Europa, “donde muchas personas tienden a pensar que cambiar algo es tan imposible que ni se lo plantean”.
Así las cosas, es más que probable que adelgazar no sea ni rápido ni fácil (como sí prometen algunas dietas fraudulentas) y que cambiar de hábitos tampoco lo sea. Y también es posible que las supuestas fuerzas invisibles que impiden a algunas personas cambiar de hábitos, no sean más que una excusa autocomplaciente para no tener que recorrer un camino, casi siempre bastante largo y empinado, pero muy diferente a un callejón sin salida… 


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EL PODER DE LOS HABITOS (EN PAPEL) CHARLES DUHIGG , URANO, 2012

Los alimentos que elegimos, lo que ahorramos o gastamos, cómo nos comunicamos, el ejercicio que hacemos, cómo organizamos nuestro trabajo... Cada una de las elecciones que hacemos a diario no son la consecuencia de decisiones meditadas, como cabría pensar. Son hábitos. Y puesto que todos y cada uno de estos estos aspectos e jercen un tremendo impacto en nuestra salud, productividad, seguridad y felicidad, parece inevitable preguntarse:¿podemos cambiarlos? La respuesta es sí.Basándose en infinidad de investigaciones y entrevistas llevadas a cabo tanto en elámbito académico como en el empresarial, el periodista de investigación Charles Duhigg acerca al gran público las conclusiones de los más recientes hallazgos psicológicos y neurológicos acerca de la formación de rutinas.El resultado es un ensayo apasionante, amenizado con ejemplos de la vida real, que demuestra cómo la adopción de unúnico hábito clave puede transformar radicalmente nuestra vida personal, corporativa y social

Como podemos Mejorar

Delante del espejo
Dentro de la psicología de la atracción uno de los aspectos que más podemos trabajar y optimizar es el de nuestra propia personalidad. Básicamente porque el tener una personalidad fuerte, carismática y atrayente depende de nosotros. Sí, hay ciertas características de personalidad heredadas, como la tendencia a ser más extravertidos o introvertidos, o el ser más emocionales o racionales. Pero son exactamente eso, tendencias de comportamiento y podemos potenciar su parte buena y disminuir su influencia si alguna vez nos perjudica. Ser más alto no depende de nosotros… pero el tener un sentido del humor brillante y ágil sí, por ejemplo.
¿Qué es una personalidad carismática?
Aquella que provoca que las demás personas se sientan mejor con nosotros que sin nosotros, que las atrae y nos hace resultar como alguien más atractivo. Esto es la consecuencia de otro hecho más importante aún: una persona carismática lo es porque está a gusto consigo mismo, en su propia piel. No hace cosas para atraer a los demás per se, si no porque está bien. Le gusta como es básicamente y no hay nadie que nos haga sentir más a gusto que alguien que está bien con su propio ser. Recordemos que en la mayor parte de casos cuando alguien tiene una discusión con nosotros, o no nos trata con respeto, raramente tiene que ver con nuestra persona, si no con sus propios problemas internos, con sus propios miedos. Cuanto más carismático es alguien menos puntos negros internos posee, como regla general.
Bien, ¿cómo podemos lograr desarrollar esta personalidad carismática? Hay personas que parece que siempre han sido así. Sin embargo, aunque alguien nos parezca que este es un rasgo heredado, se puede aprender a desarrollar el carisma, como cualquier otra habilidad. Retomaremos este tema en otro artículo. ¿ahora bien, cómo empezamos? El igual que para seguir una dieta nos pesamos o para comenzar un plan de ahorro vemos cuanto dinero tenemos, en nuestro caso comenzaremos por una evaluación sincera y realista de nosotros mismos. Es decir, nos pondremos metafóricamente y literalmente delante del espejo. Pensaremos en cómo somos y comenzaremos por autoaceptarnos incondicionalmente. No nos hará falta aquí la máscara o coraza protectora, estaremos nosotros mismos mirándonos y dedicándonos una mirada amable. ¿ya nos hemos “visto” de verdad? Ahora podemos empezar el proceso de  cambiar…
De la inseguridad a la seguridad
Recuerdo en un pasado curso de psicología de la atracción a una de las alumnas con un problema bastante común. Ella comentaba que en situaciones sociales siempre se sentía muy nerviosa y por tanto atenazada, sintiendo la mirada de los demás sobre ella de una manera escrutadora. Describía esa sensación, literalmente, “como si un enorme letrero luminoso estuviera sobre mi, fijando todos los demás su atención”… ella no tenía no remotamente ningún trastorno mental que provocara esa ilusión; simplemente ejemplifica cuan fuerte puede ser esa sensación de inseguridad delante del resto de personas.
La inseguridad es el resultado de preocuparse demasiado por lo que otros pensarán. A todos nos resulta importante el resto de personas, cómo nos perciben y el sentirnos queridos, respetados y valorados. Sin embargo, este deseo legítimo no puede convertirse en una necesidad básica e imprescindible; hay algunas personas especializadas en criticar al resto y debemos estar preparados para cuando nos topemos con ellas. Las personas que fácilmente desaprueban a los demás tienden a controlar consciente y constantemente todo lo que hacen o dicen, inhibiendo la espontaneidad tan típica de los individuos carismáticos.
Los demás te aceptarán cuando tú te aceptes a ti mismo. Trabajando con constancia el sentirnos bien con nosotros mismos, sólo entonces ganaremos confianza en lo que podemos hacer y nos sentiremos menos ansiosos por obtener la aceptación del otro. Ya no te preocuparás por lo que puedan pensar de ti y podrás ser libre para concentrarte en otras personas, no exclusivamente en ti mismo. Cuando dediques toda tu atención a escuchar y comprender a los demás, comprobarás que su conducta experimenta un cambio notable. Las personas que más nos interesan son aquellas que muestran interés por nosotros. Tu interés por los deseos y las necesidades de los demás favorecerá la creación de tu encanto personal: cuanto mejor conozcas lo que motiva a los otros, más fácilmente podrás atraerles y mantener esa atracción.
Antoni Martínez

viernes, 10 de julio de 2015

La Entrevista Motivacional

En el mismo Congreso en que Prochaska y DiClemente presentaron en “sociedad” su enfoque transteórico del cambio —1984— William Miller presentó un enfoque novedoso para fomentar la motivación para el tratamiento en los bebedores problema.2 Posteriormente, Miller y Rollnick publicaron en 1991 su ya clásico Motivational Interviewing: preparing people to change addictive behavior.3 La Entrevista Motivacional, como fue originalmente concebida, es un enfoque de terapia breve para abordar y tratar la ambivalencia hacia el cambio, muy característica en las personas con comportamientos adictivos. Es un enfoque congruente con el enfoque transteórico de Prochaska y DiClemente y con los hallazgos de las investigaciones contemporáneas acerca de los factores que dan cuenta de la eficacia en psicoterapia. Se lo ha aplicado en clientes con consumo problemático de sustancias4 , para fomentar la adherencia a tratamiento de usuarios con problemas de 1 Parte del material de este artículo ha sido tomado de: Pacheco, M. y Lara, M. (2009) Manual de Tratamiento de Bajo Umbral en Establecimientos Penitenciarios. Modelo de Intervención en Personas con Consumo Problemático de Sustancias Psicoactivas. Area Técnica de Tratamiento y Rehabilitación, CONACE, Ministerio del Interior, Santiago 2 W. Miller and S. Rollnick (2009) Ten Things that Motivational Interviewing Is Not. Behavioural and Cognitive Psychotherapy, 37, 129–140 3 Publicado en 1999 por Paidós Iberica como Entrevista Motivacional. Preparar para el cambio de conductas adictivas. 4 Miller, W. (1995) Motivational Enhancement Therapy with Drug Abusers. Center on Alcoholism, Substance Abuse, and Addictions (CASAA), Alburquerque: The University of Nuevo Mexico (www.motivationalinterviewing.org) [rescatado en agosto de 2007] Miller, W. (1999) Mejorando la motivación para el cambio en el tratamiento de abuso de sustancias. Serie de Protocolo para Mejorar el Tratamiento, Nº 35. U.S. Department of Health and Human Services Miller y Rollnick, 1999 Miller, W. and Rollnick, S. (2002) Motivational Interviewing. Preparing People for Change. Second Edition. New York: The Guilford Press W. Miller S. Rollnick 2 salud mental y trastorno crónicos de salud, y para la adopción de estilos de vida saludable (ejercicio físico, dieta balanceada, sexo seguro)5 . Como la Entrevista Motivacional emergió en una época en la cual el campo de la psicoterapia estaba “ávido” de técnicas (las que se suponía que eran los factores específicos del cambio), se ha tendido a confundir a ese enfoque con un conjunto de técnicas que todo terapeuta puede usar6 . Miller y Rollnick han sido enfáticos en afirmar que la Entrevista Motivacional no es una técnica, sino que es un enfoque en el cual subyace una filosofía particular7 ; que en esos años se distanciaba enormemente de las creencias del campo acerca de cómo comportarse con los “adictos”: individuos que debido a su “personalidad adictiva” presentaban defensas psicológicas como negación, resistencia y manipulación, y por lo tanto debía “quebrarse” esa resistencia por medio de la confrontación agresiva y la educación de los sujetos.8 1. Congruencia con el enfoque transteórico del cambio terapéutico Es un enfoque congruente con el enfoque transteórico de Prochaska y DiClemente, debido a que Miller y Rollnick describen diversas tareas para los terapeutas según la disposición motivacional de los individuos para modificar sus comportamientos adictivos (fases de la motivación para el cambio; véase, “Enfoque Transteórico”, páginas 11-13). 2. Congruencia con los hallazgos de la investigación contemporánea de eficacia en psicoterapia. Miller y Rollnick9 proponen considerar la investigación de eficacia en psicoterapia para promover una atmósfera de cambio en las entrevistas con consumidores problemáticos de sustancias. Dicha investigación10 ha evidenciado que los denominados factores inespecíficos 5 Arkowitz,H.; Westra, H.; Miller, W., and Rollnick, S. (2008) Motivational Interviewing in the Treatment of Psychological Problems. New York. The Guilford Press Emmons, K. and Rollnick, S. (2001) Motivational Interviewing in Health Care Settings Opportunities and Limitations. American Journal Preventing Medicine, 20(1): 68-74 (http://www.wales.nhs.uk/sites3/documents/368/Motvation.pdf) [rescatado en diciembre de 2008] Resnicow, K.; Dilorio, C.; Soet, J.; Borrelli, B.; Ernst, D.; Hecht, J., and Thevos, A. (2002) Motivational Interviewing in Medical and Public Health Settings. In W. Miller and S. Rollnick, Motivational Interviewing: Preparing People for Change. New York: The Guilford Press, p. 251-269 Rollnick, S.; Miller, W., and Butler, C. (2008) Motivational Interviewing in Health Care. Helping Patients Change Behavior. New York: The Guilford Press 6 Miller and Rollnick, 2009 7 Miller y Rollnick, 1999 Miller and Rollnick, 2002 8 Creencia similar a la encontrada en los prestadores de tratamiento a la población infractora de ley. Miller, W. (1999a) Pros and Cons: Reflections on Motivational Interviewing in Correctional Settings. Motivational Interviewing Newsletter: Updates, Education and Training, Vol. 6, N° 1, p. 2-3 (www.motivationalinterviewing.org) [rescatado en mayo de 2006] 9 Miller y Rollnick, 1999 10 Assay, T. and Lambert, M. (1999) The Empirical Case for the Common Factors in Therapy: Quantitative Findings. In Hubble, M.; Duncan, B., and Miller, S. (Eds.) (1999). The Heart & Soul of Change: What Works in Therapy, Washington, D.C: American Psychological Association, pp. 23-55 3 (factores del cliente11, factor de la alianza terapéutica, factores placebo, optimismo y esperanza) poseen un mayor peso en la varianza de resultados que los factores específicos (enfoque teórico de los terapeutas y técnicas específicas usadas). El enfoque de la entrevista motivacional sugiere, entonces, que los terapeutas asuman una posición en la relación con el usuario (y usen técnicas) que promueva esos factores inespecíficos. 3. Enfoque integrativo Miller y Rollnick proponen una integración de los postulados y de algunas técnicas de la Terapia Centrada en el Cliente12 de Carl Rogers, con la teoría de la disonancia cognitiva13 de la psicología social. De la terapia centrada en el cliente, Miller y Rollnick14 toman las condiciones básicas para el cambio descritas por Rogers —comprensión (y comunicación) empática, calidez no posesiva y autenticidad del terapeuta— para fomentar una atmósfera de cambio. Esas condiciones mínimas para el cambio se reflejan en la filosofía de la entrevista motivacional. La teoría de la disonancia cognitiva ha sido incorporada en las técnicas que buscan provocar duda en el comportamiento actual del cliente y extraer discurso de cambio (comentarios auto-motivadores del cliente)15. En lugar de confrontarlos con su comportamiento, el terapeuta busca evocar las razones propias de los clientes para cambiar, como una forma de resolver la disonancia provocada por las dudas y la incongruencia del comportamiento actual. 4. Filosofía de la Entrevista Motivacional Rollnick y Miller16 han descrito del siguiente modo la filosofía de la entrevista motivacional: 4.1. La motivación para el cambio es extraída desde el mismo cliente, no impuesta desde afuera. La entrevista motivacional se apoya en la identificación y la movilización de los valores y metas intrínsecas del cliente para estimular el cambio de comportamiento. 11 Los factores del cliente comprenden a sus recursos personales o resilientes y a los factores de cambio extra-terapéuticos (es decir, que ocurren fuera del box terapéutico) Duncan, B. and Miller, S. (2000) The Heroic Client. Doing Client-Directed, Outcome-Informed Therapy. San Francisco: Jossey-Bass 12 Rogers, C.; Carmichael, L. y Tubert, S. (1981) Psicoterapia centrada en el cliente: Práctica, implicaciones y teoría. Ed. Paidós, Barcelona 13 Miller and Rollnick, 2002 14 Miller y Rollnick, 1991 15 Miller, 1995 16 Rollnick, S. and Miller, W. (1995) What is Motivational Interviewing? Behavioural and Cognitive Psychotherapy, 23, 325- 334, (reproducido en www.motivationalinterviewing.org) [rescatado en diciembre de 2006] 4 4.2. Es tarea del cliente, no del consejero, articular y resolver su ambivalencia. La tarea del consejero es facilitar la expresión de ambos lados del atasco de la ambivalencia y guiar al cliente hacia una resolución aceptable que desencadene el cambio17. 4.3. La persuasión directa no es un método efectivo para resolver la ambivalencia. La investigación ha mostrado que las tácticas persuasivas aumentan la resistencia del cliente y disminuyen la probabilidad del cambio. 4.4. El estilo de la consejería es generalmente pausado y de evocación. Este estilo está en franca oposición con la postura tradicionalmente asumida por los terapeutas en el trabajo con los clientes con consumo problemático: confrontar al cliente negador. La confrontación (y especialmente la confrontación agresiva) hace que el cliente asuma una mayor posición defensiva, a la vez que se lo está presionando para hacer cambios para los cuales aun no está preparado. 4.5. El consejero es directivo en ayudar al cliente a examinar y resolver la ambivalencia. La entrevista motivacional busca ayudar al cliente a resolver su ambivalencia -la que es el obstáculo principal para comprometerse en el desencadenamiento del cambio. Una vez conseguido el movimiento hacia el cambio, los terapeutas podrán implementar diversas estrategias adaptadas a cada cliente para ayudarlo a lograr los objetivos del mismo. 4.6. La disposición para el cambio no es un rasgo de personalidad del cliente, sino que un producto fluctuante de la interacción interpersonal. La resistencia y la negación no son rasgos del cliente, sino que una retroalimentación respecto al comportamiento del terapeuta. La resistencia del cliente es a menudo una señal que el consejero está asumiendo la existencia de una mayor disposición al cambio que la que posee el cliente y es una clave respecto a que el terapeuta necesita modificar las estrategias motivacionales. 4.7. La relación terapéutica es más una relación entre personas o compañeros que entre los roles experto/receptor. El terapeuta respeta la autonomía y la libertad de opción del cliente (y las consecuencias) respecto a su propio comportamiento. 17 La ambivalencia hacia el cambio ha sido descrita como una de las características de la fase de contemplación. 5 La entrevista motivacional busca apoyar la motivación intrínseca para el cambio, la que se supone que llevará al cliente a iniciar, persistir y cumplir con los esfuerzos para el cambio de comportamiento18. Se diferencia de la consejería centrada en el cliente (Carl Rogers), en que la entrevista motivacional emplea estrategias sistemáticas hacia metas específicas. El terapeuta busca activamente crear discrepancia y canalizarla hacia el cambio de comportamiento: “¿Discrepancia respecto a que? […] a las propias metas y a los valores de la persona. Creemos que a menos que no haya conflicto entre un comportamiento actual problema con algo que la persona valora mucho, no hay una base para que la entrevista motivacional funcione”19 (énfasis añadido). La entrevista motivacional se diferencia de las estrategias de tratamiento cognitivoconductual en que éstas prescriben e intentan enseñar a los clientes habilidades de afrontamiento específicas. Las estrategias de la entrevista motivacional se apoyan en los propios procesos naturales de cambio y en los recursos del cliente. En lugar de enseñarle a éste cómo cambiar, el terapeuta construye motivación y extrae ideas del cliente respecto a cómo podría ocurrir el cambio. Mientras que el entrenamiento en habilidades supone implícitamente la disposición para cambiar, la entrevista motivacional se centra explícitamente en la motivación como el factor clave para desencadenar el cambio duradero20. Los elementos básicos de la entrevista motivacional son un estilo de conversación que busca desarrollar un vínculo terapéutico positivo con el consultante (a través de interacciones del terapeuta que pueden ser definidas como comunicación empática o escucha activa21); y la introducción de comentarios o preguntas que variarán de acuerdo a la disposición motivacional del usuario. Miller y Rollnick22 muestran en la siguiente tabla una comparación entre el espíritu de la Entrevista Motivaconal y los enfoques que no son una Entrevista Motivacional: 18 Rollnick and Miller, 1995. 19 Miller and Rollnick, 2002, p. 167 20 Miller, 1995 21 Greenberg, L.; Rice, L. y Elliot, R. (1996) Facilitando el cambio emocional. El proceso terapéutico punto por punto. Ed. Paidós, Barcelona Rogers, C. y Kinget, G. M. (1971) Psicoterapia y Relaciones Humanas. Teoría y práctica de la terapia no directiva. Vol. II. Ed. Alfaguara, Madrid 22 Adaptado de Miller and Rollnick, 2002, p. 35 6 Espíritu de la Entrevista Motivacional Espíritu de los enfoques que NO SON una Entrevista Motivacional Colaboración: La consejería implica una relación que honra las habilidades y la perspectiva del cliente. El consejero provee una atmósfera que conduce al cambio, en lugar de obligar al cambio. Confrontación: El consejero a través de sus acciones pareciera suponer que el cliente es incapaz (enfermo), al imponerle un percatarse y una aceptación de una “realidad” que el cliente no puede ver o que no admite. Evocación: Se supone que los recursos y la motivación para el cambio residen dentro del cliente. Se fomenta la motivación intrínseca cuando es extraída desde las propias percepciones, metas y valores del cliente. Educación: Se presume que el cliente no posee los conocimientos, el insigth o las habilidades que son necesarias para que haya cambio. El consejero busca subsanar esos déficit educando al cliente. Autonomía: El consejero reconoce los derechos y la capacidad del cliente para la auto-dirección, y facilita una elección informada. Autoridad: El consejero le dice al cliente qué debe hacer o no hacer. [La actitud del consejero es de calma y tranquilidad] [Pareciera que el consejero está más interesado y “apurado” que el cliente para que éste se movilice hacia el cambio]

lunes, 6 de julio de 2015

Cuida tu desempeño

Cómo aumentar la reserva cognitiva

Los autores están de acuerdo en los mecanismos protectores. Las personas con niveles educativos más altos y mejor estatus económico pueden vivir en ambientes menos estresantes. Una mayor escolarización produce una mayor conectividad neuronal en las primeras etapas de su vida, que persiste a lo largo de los años. Una mayor educación puede estar relacionada con una mayoractividad intelectual y mayor crecimiento neuronal durante toda la vida. Los logros educativos bajos probablemente estén relacionados con situaciones que incrementan el riesgo de demencia durante la vida.
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El estudio de la reserva cognitiva nos proporciona una clave para mejorar la educación
Para aumentar la reserva cognitiva, Shlom Breznitz, de la Universidad de Haifa, recomienda dos actitudes básicas:
1. Fíjese retos: trabaje con sus debilidades, vaya por la ruta menos transitada, procure trabajar con su mano no dominante (si es diestro, con la zurda) y cambie sus puntos de vista.
2. Sea un gato curioso: vuelva a la escuela, haga un viaje, explore sus fortalezas o tenga un hobby.
Creo que el modelo de inteligencia que estamos elaborando en la Universidad Nebrija proporciona mejores soluciones. Suponemos que la mejor manera de proteger la memoria es procurar que todos los conocimientos o habilidades estén relacionadas con muchas redes neuronales, y que nuestro cerebro esté acostumbrado a resolver el mismo problema de varias maneras. Se trata de configurar sistemas redundantes. Les explicaré la razón con un ejemplo muy elemental. Supongamos que usted puede comunicarse por teléfono móvil, teléfono fijo, telégrafo, correo y paloma mensajera. Si un accidente –el alzhéimer, por ejemplo– inutiliza los tres primeros canales, aún le queda el correo y la paloma mensajera. Son más lentos, pero cumplen su cometido. En cambio, si sólo tiene una vía de comunicación, su situación es más vulnerable.
El estudio de la reserva cognitiva nos proporciona una clave para mejorar la educación. La flexibilidad, la pluralidad de modos de resolución de un problema, el enlace múltiple de redes, permiten a la persona sana tener mejores y más creativas ideas y es posible que permitan a enfermos mantener una vida normal. Hay que seguir investigando sobre el tema pero, por ahora, son estupendas noticias.  

domingo, 5 de julio de 2015

Un “segundo cerebro” funciona en el abdomen y regula emociones. Su red neuronal no elabora pensamientos, pero influye en el estado de ánimo y hasta en el sueño

Un “segundo cerebro” funciona en el abdomen y regula emociones. Su red neuronal no elabora pensamientos, pero influye en el estado de ánimo y hasta en el sueño. Que se use la palabra “entripado” para referirse a un enojo podría no ser del todo metafórico.
Que el estómago “se cierre” en una situación estresante o que parezca poblado de mariposas ante el amor también tendría una explicación científica.El aparato digestivo está tapizado por una red de neuronas (células nerviosas) de tan amplio alcance que algunos científicos la han denominado “segundo cerebro”.
Ese cerebro, según estudios científicos recientes, influye en nuestro estado de ánimo, carácter y hasta en el ritmo de sueño.
Michael Gershon, investigador de la Universidad de Columbia, en los Estados Unidos, y autor de El segundo cerebro (The Second Brain), un libro de referencia en las investigaciones sobre el tema, explica que, conocido técnicamente como sistema nervioso entérico, el segundo cerebro está compuesto por capas de neuronas ubicadas en las paredes del tubo intestinal, y que contiene unos 100 millones de neuronas.
El pequeño cerebro que tenemos en las entrañas funciona en conexión con el grande, el del cráneo, y en parte, determina nuestro estado mental y tiene un papel clave en determinadas enfermedades que afectan otras partes del organismo.
Además de neuronas, en el aparato digestivo están presentes todos los tipos de neurotransmisores que existen en el cerebro. De hecho, el 95 por ciento de la serotonina, unos de los neurotransmisores más importantes del cuerpo, se encuentra en el intestino.
Sin embargo, aunque su influencia es amplia, se deben evitar confusiones: el segundo cerebro no es sede de pensamientos conscientes ni de toma de decisiones .
Como puede leerse en una nota publicada por la revista de divulgación científica Scientific American , gran parte de la potencia neurológica del segundo cerebro se concentra en la ardua tarea diaria de la digestión.
Emeran Mayer, profesor de Fisiología, Psiquiatría y Ciencias del Bio-comportamiento de la Universidad de California, le dijo a esa publicación que una gran parte de nuestras emociones probablemente se vea influida por los “nervios de los intestinos”.
En el mismo sentido, Gershon afirma que el bienestar emocional cotidiano quizá también dependa de mensajes que el cerebro intestinal envía al cerebro craneano.
Guido Iantorno, jefe de la Unidad de Motilidad Digestiva del Hospital Bonorino Udaondo, le explicó a Clarín que, aunque de modo indirecto, a través del eje cerebro-intestinal, el sistema nervioso entérico puede influir en situaciones emocionales y en otros síntomas como la hipersensibilidad al dolor.
Cuenta Iantorno que mediante tomografías computarizadas por emisión de positrones pudo comprobarse que, ante un estímulo en el intestino, en las personas con afecciones funcionales del aparato digestivo reacciona un sector del cerebro diferente del que reacciona en personas sanas.
“Esto significa que la corteza cerebral responde de diferente modo si se padece, por ejemplo, el síndrome de colon irritable”, dice Iantorno.
Algunos científicos piensan que en un futuro, algunos padecimientos intestinales podrían tratarse con terapias aplicadas a nivel neuronal.
De hecho, el síndrome de colon irritable en parte deriva de un exceso de serotonina en el intestino, y quizá podría ser considerado una “enfermedad mental” del segundo cerebro.
Los trabajos de Mayer con el sistema nervioso del intestino lo han llevado a pensar que, en los próximos años, la psiquiatría tendrá que ampliar su alcance para tratar el segundo cerebro además del que está sobre los hombros.
Consultado por Clarín vía correo electrónico, el científico Michael Gershon contó que ahora se sabe además que en el intestino hay células madre adultas que pueden reemplazar a las neuronas que mueren o son destruidas.
Además, afirmó Gershon: “El sistema nervioso entérico le habla al cerebro y este le responde.
El intestino puede afectar el humor, y la estimulación del nervio principal que conecta al cerebro con el intestino (el vago) puede ayudar a aliviar la depresión, y es usado para tratar la epilepsia”.
Para Gershon, el segundo cerebro tiene un papel en la mayoría de las cosas que enferman al intestino , desde el síndrome de colon irritable hasta las enfermedades relacionadas con la inflamación del intestino.
“Uno no puede vivir sin su sistema nervioso entérico.
Hasta la constipación de la tercera edad es un problema del segundo cerebro.
Necesitamos saber más sobre él para tener mayor información sobre cómo abordar muchos de los males más comunes de la humanidad”, le dijo el experto a Clarín
inteligencia digestivaTenemos dos cerebros: el de la cabeza y el del estómago
El estómago es una red extensa de neuronas (100 millones) interconectadas. Sestructura neuronal posee la capacidad de producir y liberar los mismos neurotransmisores, hormonas y moléculas químicas que produce el cerebro superior.
En nuestro sistema digestivo se produce y almacena el 90% de la serotonina de nuestro cuerpo; su función es esencial: absorción, aporte nutricional y movimientos musculares. Es la misma serotonina que en un 10% se crea en nuestro cerebro superior y de la que depende nuestro bienestar.
La famosa hormona de la felicidad la tenemos en el estómago, por eso debemos escuchar más al sistema digestivo. De cómo sintamos nuestras tripas depende nuestro ánimo. Si aprendemos a escuchar sus señales estaremos más sanos, perceptivos y equilibrados.
Desde la digestión podemos influir en nuestras emociones. Hay una relación continua de intercambio de información entre los dos cerebros. Un ejemplo: un estreñimiento crónico puede suponer una falta de serotonina, nos convierte en pesimistas y baja la libido.
Al cuidar tu estómago,  puedes mejorar tu estado de ánimo. Si empiezas a reconectar, sentir, entender lo que te sienta mal, ser consciente de lo que comes y cómo, en quince días notas un cambio. La gente que escucha sus tripas, se hace masajes y sabe comer, transmite más equilibrio, comprensión, paciencia y son más intuitivos.
Si mimamos y relajamos el abdomen nuestras neuronas estomacales producen benzodiazepinas, las moléculas que usamos como ansiolíticos para relajar e inducir el sueño y para descontracturar músculos. Hay muchas sustancias químicas que nosotros producimos y que si no somos capaces de liberar, manifestamos depresión, ansiedad o cansancio crónico.
Para liberarlas podemos comenzar con pequeños cambios: comer bien y con paz. Ir al baño sin prisa, unos 15 minutos. Nuestro intestino se mueve un centímetro al minuto, es una ola de movimiento muscular lenta, tranquila y equilibrada, hay que respetarlo. Es muy beneficioso hacer un automasaje en la tripa, movimientos muy suaves empezando por el lado derecho y avanzando en el sentido de las agujas del reloj; eso relaja el sistema digestivo. Hacer diariamente diez minutos de estiramientos.
A media tarde, cuando aparece el cansancio, respirar con la barriga durante diez minutos. Un vaso de agua caliente en ayunas con unas gotitas de limón o menta activa la función muscular del estómago, vesícula e intestino. De vez en cuando un fin de semana de depuración a base de batidos de verduras es aconsejable. Y ejercicio regular.
Del sistema digestivo también depende nuestra piel. Nuestro sistema digestivo representa el 70% de las defensas. Si uno come mal, tiene mucho estreñimiento o gastroenteritis, infecciones, o toma muchos antibióticos, se trastorna todo el tráfico, es decir la función de filtrar, defender, eliminar y absorber.
Cuando este sistema depurativo, el más grande del cuerpo, funciona mal, otro órgano, como la piel, coge su función. Las consecuencias son dermatitis, psoriasis, acné, piel atópica, manchas… síntomas cuyo origen en un 80% es intoxicación interna.
Hay una conexión directa entre el envejecimiento precoz y procesos degenerativos tanto de piel y articulaciones con la salud del estómago. Ya lo estudió Iliá Mechnikov, premio Nobel de Fisiología y Medicina en 1908, la fermentación pútrida en el intestino es la razón principal del envejecimiento precoz. Y el estreñimiento y la putrefacción proteica están vinculados al desarrollo del cáncer y a los procesos degenerativos sistémicos prematuros. Si la célula esta bien nutrida e hidratada y mantiene adecuadamente el proceso de eliminación y desactivación de las toxinas y de los radicales libres, puede estar joven y activa durante mucho tiempo.
Con la vida que llevamos (sedentaria, estresada, alimentación cuya calidad no está muy controlada…) no eliminamos todo lo que ingresamos y por tanto absorbemos toxinas, sufrimos putrefacción, inflamación, intoxicación y bajan las defensas. Un tratamiento para el colon una vez al año es muy recomendable.
Es recomendable que de vez en cuando, durante un mes, se retiren de la dieta trigo, azúcar, lácteos y alcohol; y fuera cereales, salvo arroz, avena y algo de centeno.
segundo cerebroNuestro segundo cerebro no piensa, pero siente
Pensar que el intestino actúa como un segundo cerebro no es algo nuevo si vemos como piensan las culturas más orientales. Para ellos, el vientre era y es el centro de la energía vital del organismo, donde se integran mente y cuerpo. 
El pequeño cerebro que tenemos en las entrañas funciona en conexión con el grande, el del cráneo, y en parte determina nuestro estado mental y tiene un papel clave en determinadas enfermedades que afectan otras partes del organismo. Además de neuronas, en el aparato digestivo están presentes todos los tipos de neurotransmisores que existen en el cerebro. De hecho, el 95 por ciento de la serotonina, unos de los neurotransmisores más importantes del cuerpo, se encuentra en el intestino.
Sin embargo, aunque su influencia es amplia, se deben evitar confusiones: el segundo cerebro no es sede de pensamientos conscientes ni de toma de decisiones . Como puede leerse en una nota publicada por la revista de divulgación científica Scientific American, gran parte de la potencia neurológica del segundo cerebro se concentra en la ardua tarea diaria de la digestión.
Emeran Mayer, profesor de Fisiología, Psiquiatría y Ciencias del Biocomportamiento de la Universidad de California, le dijo a esa publicación que una gran parte de nuestras emociones probablemente se vea influida por los “nervios de los intestinos”. En el mismo sentido, Gershon afirma que el bienestar emocional cotidiano quizá también dependa de mensajes que el cerebro intestinal envía al craneano.
Guido Lantorno, jefe de la Unidad de Motilidad Digestiva del Hospital Bonorino Udaondo, le explicó a Clarín que, aunque de modo indirecto, a través del eje cerebrointestinal, el sistema nervioso entérico puede influir en situaciones emocionales y en otros síntomas como la hipersensibilidad al dolor.
Cuenta Lantorno que mediante tomografías computadas por emisión de positrones pudo comprobarse que, ante un estímulo en el intestino, en las personas con afecciones funcionales del aparato digestivo reacciona un sector del cerebro diferente del que reacciona en personas sanas. “Esto significa que la corteza cerebral responde de diferente modo si se padece, por ejemplo, el síndrome de colon irritable”, dice Iantorno.
Algunos científicos piensan que en un futuro, algunos padecimientos intestinales podrían tratarse con terapias aplicadas a nivel neuronal. De hecho, el síndrome de colon irritable en parte deriva de un exceso de serotonina en el intestino, y quizá podría ser considerado una “enfermedad mental” del segundo cerebro.
Los trabajos de Mayer con el sistema nervioso del intestino lo han llevado a pensar que, en los próximos años, la psiquiatría tendrá que ampliar su alcance para tratar el segundo cerebro además del que está sobre los hombros.
Consultado por el Clarín vía correo electrónico, el científico Michael Gershon contó que ahora se sabe además que en el intestino hay células madre adultas que pueden reemplazar a las neuronas que mueren o son destruidas.
Además, afirmó Gershon: “El sistema nervioso entérico le habla al cerebro y este le responde. El intestino puede afectar el humor, y la estimulación del nervio principal que conecta al cerebro con el intestino (el vago) puede ayudar a aliviar la depresión, y es usado para tratar la epilepsia”.
Para Gershon, el segundo cerebro tiene un papel en la mayoría de las cosas que enferman al intestino, desde el síndrome de colon irritable hasta las enfermedades relacionadas con la inflamación del intestino. “Uno no puede vivir sin su sistema nervioso entérico.
Hasta la constipación de la tercera edad es un problema del segundo cerebro. Necesitamos saber más sobre él para tener mayor información sobre cómo abordar muchos de los males más comunes de la humanidad”