Si pudieras elegir un hábito, solo uno, para incorporarlo a tu vida para siempre, ¿cuál sería?
Podría ser una alimentación sana, hacer ejercicio, eliminar el estrés, descansar lo suficiente, terminar lo que empiezas, tener una actitud positiva… y tantos que sería una lista muy larga.
Yo elijo la alegría, y no se trata de no “permitirme” los demás, sería estupendo incorporarlos todos. Pero empezaría por sentirme alegre, todo lo que pueda, tanto tiempo como pueda y siempre que las circunstancias me lo permitan.
¿Y qué pasa cuando las circunstancias no me dejan ser alegre? Pues seguiré siendo alegre, aunque no lo pueda expresar todo el tiempo. Es algo así como el sentido del humor, me considero una persona con un buen sentido del humor, me río bastante, es más no me falta mi dosis diaria de risas, siempre encuentro algo divertido al día. Y si por cualquier circunstancia mi cuerpo no me deja reírme, sigo siendo una persona con sentido del humor solo que no lo saco.
Pues la alegría es igual, las personas alegres también sufren, lloran y se preocupan, pero su naturaleza, su hábito de la alegría, les permiten recuperarse pronto, encarar las dificultades desde otro punto de vista y de esta manera ser más felices.
¿Es lo mismo la alegría que la felicidad? Creo que la alegría es una invitada de la felicidad, alegre se “está”, feliz se “es”. La alegría puede estar presente o no, lo que yo siento es que una persona alegre es aquella que busca en cada momento del día lo bueno, es capaz de agudizar sus sentidos para encontrar lo mejor en cada persona, en cada situación y en cada dificultad también. Esto le ayuda a ser feliz, pero no es ser feliz. La alegría es una emoción la felicidad un estado del ser. Practicar la alegría te acerca a la felicidad.
La alegría es una práctica, como todos los hábitos y podemos cultivarla hasta que sea parte de nuestra manera de ser.
¿Cómo se practica la alegría?
  • Una fuente increíble de alegría es la gratitud. Observar con atención lo que te rodea, lo que tienes, a quién tienes o simplemente hacer un repaso de tu cuerpo y ver todo lo que hace por ti, hace que sientas admiración, respeto y gratitud por quien tú creas que te lo ha dado: Dios, la vida, el universo… Y además te va motivando a cuidarlo más, cultivando hábitos de salud, descanso, ejercicio, pensamientos positivos. Al final, resulta que la alegría te puede llevar a incorporar otros hábitos.
  • Piensa por un momento que mañana no estarás aquí. Nos suele pasar que apreciamos lo que tenemos cuando lo perdemos. Si fuéramos más conscientes de lo afortunados que somos en muchos aspectos, reflejaríamos nuestra alegría más a menudo.
  • Presta atención a los pequeños placeres. Muchas veces nos perdemos los buenos momentos por no estar “presentes”, en lugar de vivir el momento estamos preocupados por lo que pasó o por lo que va a pasar. Podemos educar a nuestra mente para traerla a que disfrute de lo que está ocurriendo antes de que deje de ocurrir. La vida es como un helado, hay que comérselo en el momento, si dejas que se derrita ya no es helado, son natillas.
  • Busca cada mañana algo por lo que alegrarte. Yo solía hacerlo de pequeña, me gustaba sentir alegría y buscaba cómo crearla. Podían ser cosas tan pequeñas como ver una serie en la tele al llegar del colegio, leer los tebeos que nos compraban mis padres los fines de semana, saber que tenía clase de manualidades o esperar el momento de meterme a la cama con un libro… Sería genial hacerse adicto a la alegría, así las estaríamos buscando constantemente y la encontraríamos seguro.
  • Aprender a relajarte, a meditar, practicar está dentro de ti. Esto no solo te da alegría porque sí, alegría de vivir, sino que además mejora tu salud, tu autoestima, tu seguridad, tu energía, concentración, creatividad y aporta magia a tu vida. Y es que todo está en la mente, si consigues dominarla la alegría será un hábito que te llevará a la felicidad. Trabajar la mente es diseñar tu vida.
La alegría, cuanto más se gasta más queda. Emerson