domingo, 5 de octubre de 2014

100 Hábitos de la Gente Altamente EFECTIVA y FELIZ

Aquí tienes 7 hábitos para saber si eres una persona con alta inteligencia emocional o para aprender y seguir estos pasos.
1.-Concéntrate en lo positivo
2.-Rodeate de gente positiva
3.-Poner Limites

1. Se concentran en lo positivo.

Sin ignorar las malas noticias, las personas emocionalmente inteligentes han hecho una decisión consciente de no gastar demasiado tiempo y energía que se centra en los problemas. Buscan soluciones a un problema, se concentran en lo que son capaces de hacer y lo que está dentro de su control.

2. Se rodean de gente positiva.

Las personas con mucha inteligencia emocional no pasan tiempo escuchando a los quejosos y tienden a evitar a las personas negativas. Las personas negativas son una pérdida de energía y no están dispuestos a dejar que otros agotan su vitalidad. Incluso las personas negativas aprenden rápidamente a evitar a las personas positivas.
Pasan tiempo con otras personas que son positivas y se ven en el lado brillante de la vida. Tienden a sonreír y reír mucho y atraer a otras personas positivas. Su calidez, apertura y actitud hace que otros los vean más dignos de confianza.

3. Son capaces de poner límites y ser firmes cuando es necesario

Aunque su carácter amistoso puede hacer que parezcan presa fácil para algunos, son capaces de poner límites y hacerse valer a sí mismos cuando es necesario. Demuestran la cortesía y consideración, pero se mantienen firmes al mismo tiempo.
No hacen enemigos innecesarios. Piensan antes de hablar y se dan tiempo para calmarse si sus emociones parecen llegar a ser abrumadoras. Respetan sus tiempos y los compromisos y saben cuándo tienen que decir No.

4. Piensan hacia adelante y están dispuestos a dejar atrás el pasado

Aprenden de sus errores del pasado y lo aplican a sus acciones en el futuro. Nunca ven el fracaso como permanente.

5. Buscan formas de hacer la vida más divertida, feliz, e interesante

Ya sea en su lugar de trabajo, en casa, o con amigos; saben lo que los hace felices y buscan oportunidades para ampliar el disfrute. Sienten placer y satisfacción al ver a los demás felices y realizados, y hacen todo lo posible para alegrar el día de alguien más.

6. Eligen sabiamente la forma en que gastan su energía

Son capaces de sobrepasar los conflictos donde se involucran con los demás. No se aferran a la ira por lo que otros consideran de ellos, en lugar de eso, usan el incidente para crear conciencia sobre la forma de NO dejar que suceda de nuevo. ‘Si me engañas una vez, la culpa es tuya, si me engañas dos veces, la culpa es mía’, es su lema. Perdonan, no olvidan y es improbable que se aprovechen de ellos nuevamente en el mismo conjunto de circunstancias.

7. Aprenden continuamente y crecen hacia su independencia

Son aprendices de por vida, están en constante crecimiento, evolución, abiertos a nuevas ideas y siempre están dispuestos a aprender de los demás. Al ser pensadores críticos, están abiertos a cambiar de opinión si alguien presenta una idea mejor. Están abiertos a las ideas de los demás y la recolección continúa de nueva información, en última instancia, confían en sí mismos y su propio juicio para tomar la mejor decisión para ellos mismos.

Enagrama Tipo 1

De todos los defectos que existen, el perfeccionismo es uno de los mejor considerados por la sociedad. En el ámbito laboral, por ejemplo, ser una persona que persigue la excelencia está tan bien visto que muchos candidatos, al ser entrevistados para un puesto de trabajo, suelen destacar este rasgo de personalidad como su principal área de mejora. De este modo consiguen dos objetivos: primero, ocultar sus verdaderas carencias. Y segundo, tratar de impresionar a su interlocutor.
No en vano, tener este rasgo en el carácter implica comprometerse con imprimir un sello de calidad en todo lo que se hace. La Real Academia Española define esta conducta como una “tendencia a mejorar indefinidamente un trabajo sin decidirse a considerarlo acabado”. De ahí que, en un primer momento, se relacione con productividad, eficiencia y excelencia. Pero tal como dice un refrán español, “no es oro todo lo que reluce”.
Para analizar este comportamiento, utilicemos como analogía los icebergs. Al observar uno de estos enormes pedazos de hielo, tan solo vemos la pequeña punta que sobresale por encima del agua. El grueso restante –que representa el 85%– queda por debajo, oculto. Hay que sumergirse para poderlo ver. Del mismo modo, al hablar de perfeccionismo solemos quedarnos con los atributos positivos que se encuentran en la superficie, sin vislumbrar la parte inconsciente que queda escondida.

Insuficiencia y autoexigencia


“Si con todo lo que tienes no eres feliz, con todo lo que te falta tampoco lo serás”.
Erich Fromm
Y entonces, ¿qué hay detrás de la búsqueda constante de perfección? ¿Por qué en muchas ocasiones esta característica del carácter suele generar insatisfacción? A los miembros de este club puede que les resulte incómodo reconocer que el motor de sus acciones es la permanente sensación de insuficiencia que sienten en su interior. De ahí que nada nunca les parece lo suficientemente perfecto.
En un nivel muy profundo e inconsciente, los perfeccionistas consideran que no está bien ser como son. Sienten que hay algo erróneo que han de corregir. No saben exactamente el qué, pero esta sensación de imperfección interna les mueve a querer cambiar y les fuerza a comprometerse con mejorar. Esencialmente porque creen que actuando de este modo, volverán a sentirse bien consigo mismos. Es entonces cuando, sin darse cuenta, crean un ideal subjetivo, que determina cómo deberían ser.
El secreto de la serenidad es aceptar cada situación tal y como es
Para poder alcanzar la perfección deseada, desarrollan una autoexigencia feroz e implacable. Y empiezan a escuchar a un juez interno dentro de su cabeza que juzga y critica aquellas decisiones, acciones y resultados que les alejan de dicho ideal. Dado que su conducta se rige por medio de un imperativo moral, suelen hablar en términos de “tengo que” o “debo”. Y cómo no, este patrón de exigencia lo acaban proyectando sobre la gente con la que se relacionan.
Así, los perfeccionistas miran el mundo a través de una lupa, mediante la cual ponen el énfasis en todo aquello imperfecto que debería ser mejor de como es ahora mismo. Pongamos por ejemplo que terminan una novela llena de pasajes narrativos memorables. En vez de apreciar lo valioso que hay en ese texto, suelen criticar los cuatro errores ortográficos que han encontrado a lo largo de las más de cuatrocientas páginas que acaban de leer. Parece como si la mirada de estos adictos a la perfección estuviese entrenada para detectar fallos.

Prepotencia y frustración


“Es muy difícil ser humilde cuando se es el mejor”.
Muhammad Alí

Aprender a cambiar

LIBRO
La aceptología
Gerardo Schmedling (Editorial Unicomundo)
Este texto está basado en transcripciones de charlas de este filósofo colombiano sobre el poder de la aceptación, cuyo mensaje principal es que aquello que no somos capaces de aceptar es la única causa de nuestro sufrimiento.

PELÍCULA
La decisión de Anne
Nick Cassavetes
En esta película, Cameron Díaz interpreta a una madre que lucha desesperadamente contra la enfermedad terminal de su hija mayor, aquejada de leucemia. Al resistirse a aceptar la realidad, llega incluso a concebir a otra hija mediante ingeniería genética para salvarle la vida.
No es un rasgo que se desarrolle con los años. El gen del perfeccionismo viene de nacimiento. De ahí que muchos perfeccionistas asocien a su infancia un sentimiento de no haber sido considerados lo suficientemente buenos por sus padres. Con el paso del tiempo, interiorizan que no está bien cometer errores. Así es como desarrollan la rigidez y la inflexibilidad. Y acostumbran a creerse en posesión de la verdad, imponiendo su punto de vista entre quienes piensan de forma diferente. Una de sus máximas aspiraciones es tener la razón. Y suelen mostrarse intolerantes y prepotentes cuando se sienten inseguros, amenazados por opiniones que discrepan de las suyas. 
Uno de sus mecanismos de defensa consiste en evitar trabajar en equipo. Tienden a cargar sobre sus espaldas con la responsabilidad de hacer lo que se tiene que hacer. Les cuesta muchísimo delegar en otras personas, pues no confían en nadie más que en sí mismos. ¿Cómo van a hacerlo si los demás no se esfuerzan tanto como ellos ni consiguen imprimir el nivel de calidad y excelencia que desean?
Para compensar su sensación de insuficiencia tienen que aparentar ser perfectos a los ojos de la gente. De ahí que suelan ser muy susceptibles. Tienden a irritarse con facilidad cuando se sienten criticados. No soportan que nadie les diga cómo tienen que hacer las cosas. Sin embargo, esto es lo que acostumbran a decirles a las personas con las que interactúan.
Debido a la autoexigencia, rigidez y susceptibilidad que se ocultan bajo la superficie del perfeccionismo, estas personas terminan cosechando una frustración permanente. Su emoción predominante es la ira, la cual se manifiesta como una bola de fuego en el estómago cada vez que las cosas no salen como ellos esperaban. Eso sí, debido a que enfadarse no es una conducta demasiado perfecta, tienden a reprimir su ira hacia dentro. No es ninguna casualidad que entre el colectivo de perfeccionistas muchos somaticen la rabia, el estrés y la tensión en forma de dolores de cabeza, espalda y bruxismo.

Serenidad y aceptación

“No eres la charla que oyes en tu cabeza. Eres el ser que escucha esa charla”.
Jiddu Krishnamurti
La clave para que el perfeccionismo no sea fuente de insatisfacción reside en el arte de cultivar la serenidad y la aceptación. Y para ello es necesario que se den cuenta de que en su interior oyen una voz que los critica por todo lo que podrían hacer mejor. También han de tomar consciencia de las consecuencias que les está reportando seguir los dictados de dicha vocecita. Comprender que ellos no son ese juez interno tan exigente es el primer paso para recuperar el equilibrio perdido en su afán de ser perfectos.
Una práctica muy recomendable consiste en reírse de dicha vocecita cada vez que comience a resaltar lo que debería mejorarse. A la hora de concluir con alguna actividad, en vez de preguntarse si es intachable –lo cual nunca lo será a los ojos de un perfeccionista– pueden verificar si es “digna”, algo que sí está a su alcance. Más que nada porque el secreto de la serenidad consiste en aceptar cada situación tal y como es, en vez de esperar que sea como ellos quieren.
Al recuperar el contacto con la serenidad, los perfeccionistas asumen que los errores que cometen no son buenos ni malos, sino necesarios para aprender y evolucionar. También comprenden que todo es perfecto –incluidos ellos–, porque todo lo que sucede está en su proceso hacia la perfección. Que, por cierto, es invisible a los ojos. No tiene tanto que ver con los acontecimientos externos como con lo que uno siente por dentro al relacionarse consigo mismo.
En la medida que estas personas profundizan en aceptarse tal como son, comienzan a hacer lo mismo con los demás y sus circunstancias. Aceptar no es resignarse ni ser indiferente; es comprender que todo tiene su razón de ser y que de nada sirve luchar o tratar de cambiarlo. Lo paradójico es que cuando se aceptan de verdad, surge la transformación. Aparentemente nada ha cambiado. Pero al modificar su forma de mirar, cambia por completo su manera de vivir y de relacionarse. Y el único indicador fiable para saber si han conquistado dicha aceptación es la paz interior